Queridos Hermanos:
Este segundo domingo de Adviento nos propone un “rostro”, describe las características de Aquel que esperamos, quien es anunciado como quien trae la consolación, es decir, la fuerza de Dios a la Humanidad destruida y necesitada de la acción de Dios.
Tal es la profecía maravillosa de Isaías quien ante la venida del Señor clama: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”. Pero dicha consolación no es una “resignación” como solemos decirlo, ”sino precisamente un fortalecimiento, la energía espiritual que necesitamos ante las realidades de violencia, confusión moral, perversión de las costumbres, ataques a la familia.
¡Evitemos perder la fuerza del Adviento en el consumismo, en la festividad sin sentido, en el derroche de sentimentalismos sin caridad!.
Más bien, preparemos el “camino del Señor”. Como lo sabemos, es una preparación que cuenta con nuestra responsabilidad, mientras el Señor se acerca de parte nuestra se pide actitudes claras:
- Escuchar la Palabra con intensidad y sin distracción: en medio de la bulla comercial de estos tiempos, afinar el oído para que la voluntad de Dios se nos revele y Él nos ayude a cumplirla en las decisiones importantes de la vida;
- Frecuentar el Sacramento de la Confesión, pues se trata de una preparación seria ya que “el día del Señor vendrá como ladrón en la noche” dice San Pedro en la lectura tomada de su segunda carta: “vivir en santidad apresurando el Adviento del Señor”;
- Pero es especialmente la voz de san Juan Bautista en el Evangelio la que nos aclara “cómo hay que prepararse en Adviento”, Juan, como lo decía Isaías habla de un “enderezar los caminos”, como diríamos en este tiempo de tantos “baches”; se trata de examinar el estado de nuestros sentimientos (¿son sentimientos cristianos o mundanos respecto de los demás y de las cosas?), nuestras decisiones (¿tomamos en cuenta la voluntad de Dios en lo que significa decisiones materiales, de testimonio fuerte ante el mundo?). Juan “era la voz que clamaba en el desierto”, es decir, no sólo porque vivía allí, donde los leones rugían y asustaban, sino porque en ocasiones hablaba sin ser escuchado especialmente por quienes tenían de Dios una imagen de conveniencia, más bien ídolos de riqueza, poder y placer.
En auxilio de nuestra preparación de los caminos espirituales y comunitarios del Señor viene el “Espíritu del Mesías”; ese Espíritu que encontramos en la debida práctica de las Posadas, de los Novenarios a la Patrona Inmaculada, del auxilio a los más pobres.
En estos días en que tendremos Ordenaciones Diaconales (Walter, Erky, Gil, Jairo) pidamos al Señor más obreros de su campo para que no falten pastores que ayuden a escuchar la Palabra y mediante el Sacramento de la Confesión, sean muchos los que allanemos el paso de Dios en la tierra de Escuintla.
Así pida por nosotros María Purísima en su Concepción, nuestra amada Patrona, ¡Ave María Purísima sin Pecado concebida!