Queridos hermanos y hermanas:
Al igual que el domingo pasado, del Buen Pastor, también este domingo nos invita a profundizar nuestra relación con el Resucitado: como ovejas de su rebaño, como “sarmientos unidos a la Vid verdadera”. ¡Vivamos siempre más cerca del Señor, sin apartarnos de Él para no perder la fuente de la vida, de la felicidad, de la alegría verdadera!.
Una unión que ¡nos unimos a Cristo en una nueva existencia, fundada en la verdad, la paz, la reconciliación y la alegría verdaderas!.
Es por ello que en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, se presenta la figura tan importante de San Pablo, quien ha dejado el árbol noble pero envejecido del Antiguo Israel y ahora está “injertado en Cristo”.
Todo israelita se consideraba unido al pueblo de Dios como a una “vid” planta noble de la que se produce la uva y el vino. Será Cristo la vid que se llame a sí mismo “verdadera” pues lo antiguo pasó, la alianza antigua ya no tiene valor luego de la Pascua de Cristo.
No es que Pablo pase del amor al odio con su pueblo, él siempre esperó que “algún día todo Israel conozca a Cristo” (Romanos 9, 23). San Pablo irá por el mundo como misionero de la vida nueva, fundando comunidades eclesiales y pidiéndoles siempre que se mantengan unidos al Señor mediante la oración, la caridad y el testimonio en el mundo.
El hermoso Salmo 21 habla de una “vida abundante” para el hombre justo, es decir, quien se mantiene unido a Dios no solo afectiva sino efectivamente en el cumplimiento de su Palabra, en el camino de su voluntad.
Por su parte San Juan en su hermosa carta nos da toda una “catequesis o enseñanza”, dicha unión con Dios no es verbal, teatral, espectacular, económica, ¡cuidado con las sectas protestantes que atraen a muchos por medio del espectáculo, la promesa de bendición, el estímulo del egoísmo o deseo de prosperidad, pero no orientan al compromiso por el Reino de Dios en la construcción de un mundo mejor, digno de los hijos de Dios!.
Según San Juan es el amor lo que nos relaciona realmente con Dios, un amor ejercido hacia nuestros hermanos. Pero sobre todo, es la hermosa declaración de Cristo Resucitado: “Yo soy la vid, verdadera, ustedes son los sarmientos”. Cristo habla a cristianos que comienza a no ser aceptados por el mundo, los invita a que a pesar de las persecuciones y de la no poca presión del mundo, hay que perseverar en la fe, mantenerse en relación intensa con el Señor.
Sólo cuando dicha relación es constante, fortalecida por el Espíritu Santo, entonces la vida cristiana será un signo en el mundo y tendrá la “eficacia de muchos frutos”, el Resucitado dice: “Pidan lo que quieran y se les concederá”.
Dispongamonos todos nosotros a “no perder la unión con el Señor”. La fortaleceremos mediante el mismo Espíritu Santo pues como dice Cristo: “Nadie puede venir a mí si el Padre no lo atrae”.
La Iglesia nuestra Madre y Maestra nos proporciona los medios: la oración, los sacramentos (que los protestantes rechazan ciegamente y sin fundamento) y sobre todo la caridad, el ejercicio de la Misericordia.
Seamos misioneros de la “unión con la Vida Verdadera” alentando a tantos cristianos que no practican su fe, cuya vida se une a “fuentes de muerte y no de vida”. que no haya en la familia indiferencia hacia la Fe de los padres y que un mundo tan engañoso donde “todos quieren nos adhiramos a una marca, a un pensamiento, a una secta” retomemos el vínculo con la Vida verdadera, el que tenemos desde nuestro bautismo, para ser “hijos de Dios en el Hijo”.