El Viernes Santo, con una gran presencia de fieles católicos, se realizaron los Oficios de la Santa Cruz, presidido por Monseñor Víctor Hugo Palma, obispo de Escuintla. Siendo este el segundo día del Triduo Pascual, único día en el año en que no se celebra la Santa Misa, la liturgia nos propone meditar sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, leyendo el relato de la pasión, tal y como se realizó el Domingo de Ramos.
Posteriormente a la homilía, se realizó la adoración a la Santa Cruz, que es el símbolo de nuestra redención y liberación de la muerte del pecado. Al terminar, se realizó el tradicional descendimiento de la imagen del Señor Sepultado, que fue ungida por el obispo, previo a ser colocada en el anda, que la llevaría en procesión por las calles aledañas al templo catedral.
La homilía inicia con la adoración y bendición a Cristo, que por su Santa Cruz redimió al mundo. Nos recuerda que la injusticia que se hizo a Jesús, porque no encontraban de qué acusarlo e inventaban motivos. Eso nos deja tristeza e indignación. Y nos preguntamos ¿en dónde estaba Dios Padre, cuando le hicieron todo esto a su hijo? En oración, le pide a Dios que nos aumente nuestra fe.
Recuerda las injusticias que día a día pasan en el mundo, recordando al grupo de migrantes, que recientemente murieron en una cárcel en México. Así como en Escuintla, una tierra violenta, con tanto crimen y las personas se quedan calladas mejor y se queda en el olvido.
Recuerda el dolor de la Virgen María y los siete puñales que lleva en el corazón. Y justamente estando en la cruz, le entrega al mundo a la Virgen María, para que sea madre de todos nosotros. Al Señor le pide en oración, que nos ilumine para que veamos la respuesta a las cosas duras que nos pasan.
Junto al obispo, toda la asamblea reunida, repite las palabras de la Santa Misa: «anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven Señor Jesús!» y reflexiona sobre el «anuncio» de la muerte como si fuera una buena noticia y es que esta muerte es diferente, porque Jesús en la cruz, ya estaba escrito, es la entrega amorosa, porque Cristo entregó voluntariamente, su vida por todos. Jesús es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo.
Su muerte fue diferente, porque era necesario que alguien fuera tan generoso que borrara el odio, la violencia, el egoísmo, que había en el mundo. Jesús tomaba la cruz no obligado, sino por amor, se caía y la volvía a tomar, porque era necesario que pasara por eso, para nuestra salvación. Es la única muerte que ocurre voluntariamente y por una entrega amorosa.
Jesús nos dio su vida, por nuestra salvación. Por eso en la Santa Misa decimos: «por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre omnipotente, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos», este es el momento más importante de la Misa. Porque ¿qué le podríamos ofrecer a Dios, sino a su propio hijo?
Todos somos culpables por su muerte, porque con nuestros pecados lo crucificamos.
Finalmente, el obispo nos invita a reflexionar, que cuando hagamos algo, no lo hagamos a la fuerza. Todos llevamos una cruz. Hagamos las cosas con amor, no forzado, imitando a Jesús.
Cristo fue una víctima amorosa, porque cargó con nuestros pecados, enfermedades, dolores, todo eso lo llevó a la cruz. Por eso la Misa, que significa «acción de gracias», porque Jesús pagó la deuda por nosotros.
Finalmente el obispo, nos invita a agradecer al Señor, porque hay muchas cosas que nos pueden quitar la vida, pero sólo Jesús con su entrega en la cruz, nos quitó la muerte, porque el amor nunca muere.
¡Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo!
Las fotografías que se tomaron en los Oficios de la Santa Cruz, se pueden descargar a continuación:
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