En la Buena Noticia del XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, curiosamente Cristo Maestro se deja examinar, cuál alumno, por un experto en la Ley sobre el mandamiento principal.
Es famosa la expresión de San Agustín de Hipona: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos” (Confesiones 1, 3-4). Ello apunta, llegando culmen del Año Cristiano dentro de tres domingos, al centro de la “materia de examen final” para la vida de los creyentes. En efecto, es la realidad insondable, fundamental y “personal” del amor, pues “Dios mismo es amor” (cfr. 1 Juan 4, 8).
Con agudeza agregaba el beato jesuita Cardenal De Lubac: “Ama y haz lo que quieras…, pero está seguro de que sea amor” (Teologías de ocasión, 1991). De la certeza de qué o mejor dicho quién es el amor, responde la reciente encíclica del papa Francisco sobre la Devoción al Sagrado Corazón: “Cristo nos amó… no amó primero… nos amó gratuitamente… nos amó entregándose por nosotros” (24 de octubre 2024). En su hermoso escrito, el Papa aclara que lo falta en el mundo es “corazón” -ubicación del amor en la antropología bíblica y otras como la griega no cristiana-.
Esa ausencia provoca la actual indiferencia ante los crímenes de guerra, polarización de las situaciones económicas de millones, y sobre todo la deformación del mismo amor, materia de la cual se es “analfabetos” llamado “amor a toda pasión, sentimiento pasajero y dirigido más a animales que a personas”, etc. Decía por ello el papa Benedicto XVI que «el amor se dirige a Dios y al prójimo, y que no se puede amar a Dios si se rechaza a sus hijos y amigos… no se puede amar a los demás con generosidad si se cierra la puerta a la fuente de vida y salvación” (encíclica “Dios es amor” (25 de diciembre 2005).
En la Buena Noticia del XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, curiosamente Cristo Maestro se deja examinar, cuál alumno, por un experto en la Ley, sobre el mandamiento principal, Jesús remite al del amor y aclara lo ya dicho: no puede haber un amor real a Dios separado del amor al prójimo.
a) Con el corazón: los sentimientos no pasajeros sino estables que llegan a “decisiones ilógicas” para los analistas de riesgos económicos,
b) Con el alma: que da el ímpetu espiritual de la vida, no a favor de la muerte (menos del ridículo y fatal “culto a la santa muerte” que nos hace llegar a México y su violencia infernal sin tomar el avión,
c) Con las mente: los proyectos políticos, económicos, culturales que sin una ética de referencia llegan a fabricar bombas y luego decir “palabras por la paz”. Y todo proyecto, aun gubernamental que vaya contra la vida humana (abortismo), la identidad real de la persona (ideología de género), indiferencia al drama migratorio y de desnutrición en una tierra de tantos recursos.
Volviendo a papa Francisco, centrarse en el Sagrado Corazón como fuente y modelo del amor, bien sirve en estos días de festejo de los Santos (1 de noviembre) y recuerdo de los Difuntos (2 de noviembre) para reflexionar sobre la cualidad y cantidad del amar concreto, los que ya no necesitan aprender el precepto pues ya “fueron o serán juzgados sobre el amor” bien podrían avisarnos de que ésa era la clave de la felicidad aquí y allá, en la vida familiar por ejemplo, “Las renuncias y sufrimientos que exijan estos actos de amor al prójimo nos unen a la pasión de Cristo. Solo Cristo salva con su entrega en la Cruz por nosotros, solo él redime” (papa Francisco).
Que el recuerdo de quienes amaron o no, fueron amados o no -y no el culto satánico a la muerte- ayude a ponderar si lo que se hace mientras hay vida terrena es por amor o por vanagloria, por amor de donación y no por interés, por amor cristiano al Dios Amor, según lamentaba San Francisco de Asís a quien le interrogaba por su llanto: “Es que al Amor no es amado” (Carta de Asís, 25).