Queridos hermanos y hermanas:
Hace ocho días la Palabra de Dios nos presentaba el importantísimo tema de la vocación, de la llamada del Señor, una llamada para seguirle en libertad y sobre todo “teniendo sus mismos sentimientos de misericordia” incluso hacia aquellos que parecen oponerse al Evangelio y a la vida cristiana.
Hoy se complementa dicho tema con “el envío misionero para hacer presente en el mundo el Evangelio de la vida, de misericordia misma”. Ante todo, resplandece en las páginas sagradas la profecía de Isaías en la primera lectura: el profeta es un “enviado” (como aparece en toda la tercera parte de su libro en los capítulos del 56 al 66).
Enviado a llevar el alegre anuncio que el luto, la tristeza, la muerte han pasado y ahora Jerusalén la ciudad destruida es consolada. Las imágenes del futuro que el profeta anuncia son hermosas: la paz corre como un río, los niños son llevados y acariciados por sus padres, la vida abunda como un prado que florece; ¡el mundo necesita el anuncio de la esperanza, del triunfo de la vida más allá de tantos males y dolores que lo afligen! nos dice el Papa Francisco en este Año de la Misericordia.
Pablo en la segunda lectura de la carta a los Gálatas se llama así mismo alguien que se “gloría en la cruz del Señor”, toda su vida fue un anuncio de mensaje de la misericordia divina. Pero es Jesús en el Evangelio quien claramente nos llama a la misión:
- Describe al mundo como una “mies que necesita obreros”, es decir en una situación urgente de necesidad del anuncio el Evangelio;
- Por ellos sus “misioneros de misericordia” no pueden poner la atención en las cosas que llevarán para ese anuncio urgente (“no lleven ni dinero, ni morral ni sandalias”); ¡cuántas veces dejamos de hacer la misión por detenernos en “los medios” cuando ya tenemos lo principal: el amor de Dios que hemos de llevar a los hermanos;
- Sin embargo, esa misión de misericordia (“curación de enfermos, anuncio de la paz, etc.”) también debe poner a la conciencia humana ante una decisión, si el anuncio no es escuchado, hay que advertir “con la sacudida del polvo de los pies” que algo serio está ocurriendo, la misericordia está siendo rechazada. Incluso este gesto tan duro, es en el fondo una llamada a la conciencia de todos para que despierte y no se pierda la vida nueva en Cristo.
El Evangelio cuenta que ellos volvieron alegres por los resultados de la misión: ¡ojalá también nosotros tengamos esa alegría, ese gozo, especialmente en las Semanas Misioneras de Misericordia vividas en las Parroquias de Escuintla!.
Pidamos, pues al Señor, el fervor misionero: ¡cuidado con los misioneros que solo quieren hacer adeptos! (mormones, testigos de Jehovah, etc.)!.
La misión católica se mueve no por intereses mundanos sino por los sentimientos de Cristo Misionero del Padre Misericordioso. Vayamos en su nombre a llevar con alegría el anuncio de perdón divino, de la compasión del Señor por el sufrimiento humano, de la misericordia del Señor que se ofrece a todos los que quieran el don de una vida nueva, hecha posible por la acción misionera de los cristianos.