Queridos hermanos y hermanas:
El tercer domingo de Pascua tiene una profunda relación con el “Domingo de la Misericordia” puesto que hoy también se nos habla en la Palabra de Dios de la “nueva relación con Dios, con los hermanos, con nosotros mismos”, el perdón, como fruto de la Resurrección del Señor, ¡arrepintamonos y vivamos con alegría el perdón de nuestras culpas”.
Ya en la primera lectura la amplia enseñanza de Pedro resume de nuevo la historia de Cristo el “Siervo de Dios”, rechazado por su propio pueblo, crucificado y muerto pero también resucitado. Pedro llega a proponer algo novedoso: todo lo sucedido a Cristo es la voluntad de Dios para hacer posible el perdón de las culpas.
Por ello insiste diciendo: “arrepiéntanse y conviértanse para el que se les perdonen sus pecados”, ¡escuchemos también nosotros su llamado pues Pascua quiere decir “paso” de la culpa a la gracia, de la muerte a la vida!.
En otras palabras, como bien lo indica San Juan en su 1ª. Carta: “Cristo se ofreció como víctima de expiación (es decir, quien paga el precio de la culpa de otros) “no solo por nuestros pecados sino por los del mundo entero”.
Esto nos llena de alegría, los cristianos no somos el “el grupo de los perfectos” como nos recuerda el Papa Francisco, sino “aquellos que han sido perdonados” y a su vez somos “mensajeros del perdón de Dios para todos”.
Imaginemos que queremos dar una buena noticia a alguien pero no tenemos nada grande que anunciar, ¡proclamemos que hay una nueva oportunidad de perdón en quien cree en Cristo y acepta su salvación viviendo una vida nueva!.
Pero es sobre todo el Evangelio según San Lucas donde se nos proponen tres realidades maravillosas:
- Cristo entra “saluda con la paz”, es decir, indica que “ahora puede haber paz, reconciliación, relación armoniosa” entre Dios y sus hijos, situación que viene por su resurrección;
- Los invita a vencer el temor, indica y prueba comiendo que “no es un fantasma”. Recordemos que hoy también hay quienes niegan la resurrección y dicen que era una “imaginación de los discípulos”;
- Finalmente, como hizo con los discípulos de Emaús, aclara que todo el dolor y terror de la Pasión y muerte fueron un camino permitido por Dios y que el fruto de esa historia es el perdón, ahora el Señor los manda a “anunciar su resurrección y el fruto de ella, el perdón de los pecados”.
Vayamos también nosotros a “ofrecer el perdón” dando testimonio de nuestra propia conversión.
Veamos a nuestro alrededor como tantos viven el “temor” de no llegar a ser nunca “perdonados y reconciliados con Dios”. Llevemos el anuncio del Dios de misericordia que nos ha personado en Cristo, para que en nuestra tierra escuintleca y guatemalteca haya en verdad esperanza, si los seres humanos tenemos tanta dificultad para perdonar, Dios es diferente, es “misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia” (Salmo 103,1).
Ante tantas situaciones de violencia, de venganza ciertamente como tentación ante la impunidad y falta de justicia, imitemos a Dios perdonando sin retraso a quien nos ofende y seremos en verdad mensajeros del Dios que nos ha reconciliado en Cristo.