Queridos hermanos y hermanas:
Continuando con la narración de la subida de Jesús a Jerusalén para cumplir su misión de misericordia en la cruz, hoy la Página Sagrada nos revela uno de los más hermosos encuentros del Señor durante ese camino.
Él es abordado por un “doctor de la Ley” que conoce dicha Ley de Dios (amar a Dios sobre todo y al prójimo como a sí mismo) pero ignora quien sea su prójimo. De hecho, la Ley del Señor puede ser “conocida teóricamente” pues “está a tu alcance siempre” dice en la primera lectura el Deuteronomio. Sin embargo, aquel “doctor de la Ley” como muchos de su tiempo pensaba que el prójimo era únicamente o su familia, o sus amigos o sus connacionales.
Jesús, maestro misericordioso, sin duda se compadece de su situación de “conocimiento e ignorancia”. En la parábola del Buen Samaritano con la cual le aclara quién es el prójimo destaca:
- Que por prójimo debe entenderse toda persona que necesite del cristiano en el camino de la vida. Del hombre fue asaltado y herido no se indica el nombre, pues es “todo hombre, toda persona” con quien uno se encuentra;
- Que existe mucha indiferencia ante el drama del dolor y sufrimiento humanos, a veces en personas “cumplidoras de la Ley” y como buen religioso (el sacerdote y el levita que pasan de largo) de prácticas que no los acercan ni a Dios ni a los demás como el Señor quiere;
- Que algunos a los que se considera “de frontera, confundidos religiosamente” como eran los samaritanos, pueden darnos lecciones de misericordia. Concretamente ese “buen samaritano” ante el hombre que está herido “se conmueve” es decir, tiene “compasión” tal y como Dios Padre es misericordioso y tiene compasión del pecador, hasta enviar a su Hijo al mundo para salvarlo;
- Que la misericordia no es un “sentimiento pasajero” o lejano: conlleva a acciones concretas (se acercó, le curó las heridas, lo puso en su cabalgadura, lo encomendó al dueño de la pensión, se comprometió a volver a verlo de regreso por ese camino).
Con esa hermosa parábola, Jesús revelador de la misericordia del Padre cumplía él mismo con una acción misericordiosa de las que este año debemos realizar: “enseñar al que no sabe”, pues al final aquel doctor de la Ley llegó a saber quién era su prójimo, logró salir como el hombre del camino de una “media-muerte” (saber y no hacer) cuando el Señor le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”.
Pidamos al Señor que como cristianos auxiliemos siempre en cuerpo y espíritu a “toda persona que lo necesite”; que nuestra caridad sea concreta y prefiramos el “actuar con misericordia” que cumplir con prácticas llamadas de fe que no nos acercan al prójimo.
Pidamos en fin, superar la indiferencia que en Escuintla es la causa de mucha soledad, temor, y pérdida de la Fe de muchos que se sienten “abandonados en el camino con sus problemas”.
Y que en todo nos acompañe para ser prójimos de misericordia la Virgen del Carmen cuyo mes iniciamos: sea ella la estrella que alumbre nuestro seguimiento de Cristo Camino, Verdad y Vida.