Queridos hermanos:
En una sociedad donde se habla tanto de “motivación, auto motivación, fijación de metas”, también espiritualmente hoy se nos ofrece la “motivación espiritual”.
Y es que una Cuaresma vivida a fondo, siempre es una lucha y no un descanso, una batalla y no un espectáculo de celebraciones externas. En el fondo, es el gran interés de Dios nuestro Padre, quien desea que “logremos una transformación de vida”.
Es por ello que ya en la 1ª lectura, Dios llama a un hombre que aparentemente no tenía futuro. Es Abraham, nuestro padre en la Fe, a quien promete lo que le faltaba: tierra y descendencia. Lo admirable es que “Abraham creyó y comenzó a caminar”; ¡cuántas veces Dios nos promete eso diferente que necesitamos, pero nos encuentra desmotivados, cansados, capaces solo de reclamar pero no de iniciar, con su ayuda, una nueva forma de vida!.
El salmo 32 dice: “Ten misericordia, escúchanos” y también indica que “Dios está de nuestra parte”, ¡no dudemos que el Señor que nos ama, es como un padre o madre de familia, el más interesado en la curación de un hijo y por ello nos motiva a seguir adelante en un tratamiento médico, por ejemplo!.
Motivar es indicar que no se puede uno abandonar a las circunstancias. San Pablo le escribe a Timoteo, un joven obispo con gran responsabilidad recordándoles que “ya Cristo nos ha mostrado su Gloria” y ello debe alentarnos en la dificultad.
Pero es sobre todo la “Transfiguración en el monte” donde Cristo, sabiendo de la debilidad de sus discípulos ante la hora de su Pasión y muerte en la cruz, los anima “mostrándoles su gloria como resucitado”.
Su vestido blanco refulgente es el color del futuro de vida que nos espera; ¡dejémonos también nosotros motivar por el Señor y vivamos a fondo una Cuaresma que no es solo en beneficio personal, sino de aquellos a quienes amamos!
Reconozcamos al que el Padre dice “su hijo amado” y no queramos quedarnos como Pedro “en momentos deliciosos de oración” sino bajemos del monte, vamos a vivir durante al Semana nuestra Cuaresma, poniendo los ojos no en la miseria de nuestros pecados, sino el futuro hermoso, “como esa vestidura blanca refulgente” que el Señor ofrece a los que ama.