Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Durante el tiempo de Navidad, estamos invitados a contemplar con gozo a la Sagrada Familia de Jesús, María y José: en casa tenemos arreglado el “nacimiento o pesebre” con luces y paisajes, con pastores y con el “misterio de Jesús recién nacido y María su Madre y José su padre adoptivo”, no olvidemos que es una familia, la familia modelo de fe, esperanza y amor.
En efecto, a través de la historia de la Iglesia, los Papas como San Juan Pablo II nos han invitado a “ver aquella familia” para inspirar nuestra propia familia, nuestro propio hogar como “escuela de amor, de responsabilidad, de generosidad”. ¿De qué serviría una reunión humana, aún con lazos de sangre e historia, como sucede en las familias, si en ella no se “enseñara y aprendiera” a vivir en fe, respeto y fortaleza”?.
Hoy la Palabra de Dios, a la luz de la imagen de la Sagrada Familia, no nos “pone comparaciones inalcanzables” sino que nos anima a vivir según su ejemplo de vida familiar: una convivencia que se funda en la Fe. Sólo a partir de la Fe se pueden y deben “renovar las relaciones familiares”: ellas pueden desgastarse por los muchos problemas externos e internos que abaten a toda familia, como golpearon a la misma Sagrada Familia.
Pero ella nos invita a “vivir la vida en casa, en familia, como lugar de santificación” mediante actitudes de paciencia, de perdón, de cercanía (2ª. lectura de la carta de San Pablo a los Colosenses); vocación a la santidad ya insinuada ya desde el Antiguo Testamento, según la 1ª. lectura del Sirácide, en una actitud concreta: el honrar a las personas mayores, aquellos a los que el Papa Francisco nos invita a “no descartar” porque nos parecen inútiles o faltos de fuerza, olvidando que son parte de la historia de todos en casa.
También en el Evangelio aparecen los “mayores de edad” Simeón y Ana como símbolo de la humanidad que no se cansa de esperar las promesas de Dios y que en humildad saben verlo en los más pequeños, como Jesús a quien Simeón toma en brazos. Y acá mismo, en el momento gozoso de dar gracias a Dios por el niño recién nacido, verdadera Esperanza de Israel, aparece la sombra de un futuro no fácil para la Sagrada Familia: el Niño Jesús será “signo de contradicción”, no será aceptado por un mundo que quiere arreglárselas sin Dios.
A la madre, a María misma se le predice aquella escena del Calvario, cuando ella como tantas madres, será la “Dolorosa” que compartirá con Jesús el dolor por el rechazo del plan de Dios, el asesinato del inocente, que sigue hiriendo a tantos corazones maternos y paternos en nuestro ambiente actual. Hermanos y hermanas: contemplemos esta imagen realista de la Sagrada Familia, de toda familia, y escuchemos de ellos la vocación a enseñar a vivir con fortaleza ante el mal del mundo (en Escuintla, la violencia, el vicio, la confusión, el machismo, las “familias disfuncionales” que pasivamente se consideran lo normal). Sagrada Familia de Nazareth, sean ustedes la salvación y guia de nuestras familias. Amén.