Queridos hermanos:
La celebración dominical es sobre todo “un encuentro con el Señor que nos perdona en Cristo”, una verdadera experiencia de su misericordia, iniciamos la Santa Misa “reconociendo nuestros pecados” pero seguros también que la respuesta de Dios será la del perdón, como bien lo oraba el rey David: “Un corazón arrepentido, tú no lo desprecias” (Salmo 50, 2ss).
Hoy el tema del perdón es toda una “llamada a vivirlo, a ejercerlo, a llevarlo al mundo”. La misión cristiana no es hacer prosélitos o seguidores de un Dios poderoso y que bendice con dinero, sino que consiste en invitar a experimentar el rostro misericordioso de Dios: “El Señor muestra su poder no en prodigios sino en su misericordia” (Papa Francisco).
Sin embargo es posible encontrarse con “cristianos llenos de rencor y deseos de venganza”; es posible encontrar quienes evitan escuchar el Evangelio del perdón, para dar lugar a una “venganza disfrazada de justicia” (J. Balmes).
La Palabra de Dios nos muestra el maravilloso ejemplo de David, quien teniendo al alcance de su mano al rey Saúl que lo perseguía para matarlo, decide en cambio “temer más a Dios” que dar lugar a sus sentimientos de venganza. El mismo Salmo 102 define a Dios como “compasivo y misericordioso” invitándonos a ser hijos de ese Dios lleno de misericordia: ¡el Señor no nos trata según nuestras culpas, sino según su gran misericordia y perdón! (Salmo 103, 10).
En la segunda lectura de la Carta a los Romanos, San Pablo nos invita a una actitud nueva. no vivamos ya como el viejo Adán, que sería vivir en el cultivo de la venganza, del rencor en el corazón, más bien, aprendamos de Cristo el “Nuevo Adán” de quien tenemos la experiencia del perdón abundante.
En el Evangelio Jesús invita a sus discípulos a actuar de forma diferente: responder al mal con el bien, no dejar lugar a que ese mal crezca como una forma de compensación o venganza que destruya nuestra vida cristiana.
Entonces, más allá del “equilibrio de los golpes” que siguen las naciones que se amenazan con bombas o devuelven disparo por disparo, el cristiano sin omitir la justicia debe seguir realizando la “revolución del amor”.
Ante todo, hemos de recordar que no somos “creyentes” en un personaje extraño sino “discípulos” es decir imitadores del ejemplo mayor del perdón, aquel que dijo en la cruz al Padre: “Perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
Que la celebración del domingo como “encuentro con el Señor que perdona” nos haga misioneros de su misericordia, seguidores de las “actitudes diferentes e inesperadas” como la de David frente a su enemigo, como la de Cristo ante sus agresores, Él quien es el “Hombre nuevo creado en la justicia y en la santidad” (Ef 4, 7) pues somos bautizados, y “quien está en Él es una nueva criatura” (2Co 5,17).
Y que con el auxilio de Nuestra Señora de Fátima, la misma Reconciliación mediante la Santa Confesión nos refuerce para misionar en el perdón de Dios que nos es dado por la Iglesia, nuestra Madre y Maestra.