Queridos hermanos:
Hemos iniciado ya el Miércoles pasado la Cuaresma del 2020, un tiempo destinado a restaurarnos, a darnos vida.
Por lo tanto un tiempo hermoso, pero también un “período de lucha espiritual”, sobre todo para vencer la sordera a la Palabra, a la voz de Dios que nos invita a una vida nueva.
La Palabra de Dios nos presenta dos ejemplos opuestos:
1) La sordera u olvido de la Palabra de Dios, en la primera lectura del Génesis: el lamentable de nuestros padres, Adán y Eva. Olvidando el mandato divino, caen en la “tentación seductora de la serpiente”, lo que como bien sabemos constituye la puerta del pecado, ¡cuántas acciones lamentables, cuántos pecados cometemos, y todo comienza por caer en la tentación que “nos habla y promete una falsa felicidad!.
Es por ello que en el Salmo 50 hay un lamento: es David, el rey amado por Dios – David quiere decir “amado”- reconoce que ha caído en el mal, pero al menos tiene algo a su favor y es que lo reconoce. ¡Cuaresma es tiempo de reconocimiento de nuestros caminos equivocados, que nos llevan acciones destructivas para nosotros mismos, para la familia, para la sociedad!.
2) El segundo caso es lo contrario, Cristo, que en el desierto realiza la “primera cuaresma” de 40 días de combate espiritual, va venciendo al Demonio, quien, astutamente “usa hasta la Biblia” para ponerlo en tres tentaciones: la necesidad elemental de “comer” (el pan), la soberbia (lanzarse del templo), la posesión (riquezas y poder); ¡el Diablo no descansa, y siempre nos ataca cuando como Jesús, tenemos necesidades que pensamos el pecado puede solucionar!.
En Cuaresma Cristo es nuestro modelo, San Pablo en la 2ª. lectura de Romanos, lo llama “el nuevo Adán” porque hizo lo contrario, no se dejó vencer por el mal, aún cuanto tenía propuestas de mucho atractivo. En el corazón de Cristo reinaba la voluntad del Padre, el amor de Dios.
Iniciemos este “camino de reeducación en la escucha de la Palabra divina”, acudamos al Sacramento de la Confesión y “planifiquemos nuestra Cuaresma” como planificamos tantas cosas (proyectos, dietas, programas) sin dejar pasar esta oportunidad.
El Señor está de nuestra parte y así, al final de la Cuaresma podremos participar de la Pascua de la Vida Nueva en Jesucristo.
Que María, Refugio de los pecadores, interceda para que tengamos una Cuaresma diferente, más cercanos de la Palabra y del amor a Dios y los hermanos.