Queridos hermanos y hermanas:
Este tercer domingo de Pascua nos presenta una de las más hermosas verdades de la vida cristiana: aquel Jesús Resucitado, el vencedor de la muerte y Señor de la Iglesia no está lejano de nosotros ni es ajeno a nuestras situaciones en el camino de la vida, ¡él está a nuestro lado en ese camino de cada día, personalmente, en familia como comunidad eclesial!.
Él nos ha mandado al mundo para ser una “Iglesia en salida” como nos dice el Papa Francisco: una Iglesia que sin embargo no lleva a los demás una idea, un sentimiento, sino una persona viva que está a su lado.
Ya la primera lectura Pedro, transformado por la acción del Espíritu, se dirige a los habitantes de Jerusalén que “vieron muerto a Jesús” pero no han recibido el mensaje de su resurrección. Y el que les habla es en cierto modo un “hombre nuevo”; ya no es el Pedro que “por temor negó al Señor” sino que su presencia lo hace fuerte testigo de la Fe ante el mundo; ¡anunciemos también nosotros con la fuerza del Espíritu la presencia del Señor entre nosotros!.
En la segunda lectura el mismo Pedro indica que la forma del anuncio del Señor no es con las “predicaciones llamativas” como sucede con los escándalos de los predicadores de las sectas, sino viviendo una vida según la voluntad del Padre que resucitó a Jesús de entre los muertos. Pero es sobre todo la hermosa escena del “camino a Emaús” la que nos enseña:
1) Que el Resucitado aún siendo el mismo Jesús que caminó con sus discípulos tantas veces, no es fácilmente reconocido por ellos: ¡tantas veces la tristeza, la depresión, la falta de fe nos hace ciegos para ver al Señor que camina con nosotros!;
2) Pero Jesús actúa con misericordia y los escucha y luego los instruye en las Escrituras;
3) Finalmente, en la “fracción de pan” durante la cena en Emaús le reconocen y vuelven a anunciarlo vivo a los hermanos de Jerusalén.
Si nos damos cuenta, como decía San Juan Pablo II en cada “celebración de la santa Misa” hacemos el mismo camino; hacemos un camino con el Señor, él es quien nos explica las Escrituras y finalmente lo encontramos en la Sagrada Eucaristía: ¡vivamos pues, con esperanza el camino diario del trabajo, del estudio, de relaciones con lo demás en familia y en todo lugar como “momentos de encuentro con Jesucristo vivo”.
De modo especial hoy nos alegramos por la Pascua Juvenil Diocesana, a celebrarse en la Parroquia de San Vicente Pacaya. Queridos jóvenes, les dirijo las palabras del mismo San Juan Pablo II: ¡nunca se sientan solos y menos busquen ninguna compañía que destruya sus vidas en malos caminos!, sientan en los pasos de cada día la presencia del Señor, vivan esa alegría de “encuentro con Él en la santa Eucaristía” y “vuelvan a anunciarlo en su casa, entre sus amigos, donde estudien o trabajen.
Él esta vivo, les escucha, les pide dejarlo acompañarles y les asegura que en su amistad está la verdadera alegría. Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida de la Juventud.