Trabajar por el Reino de Dios es parte de la tarea de la Iglesia, del Papa.
La conocida frase: “¿Y cuántas tropas tiene el Papa?” fue la respuesta en tono de burla de Joseph Stalin (1878-1953) a Pierre Laval (1883-1945), ministro francés del exterior, cuando este le pidió en nombre de Pío XII que no persiguiera a los creyentes en Rusia.
Cierto, aparte del grupo de la guardia pontificia que hace más bien parte del patrimonio cultural del Vaticano, el Papa no posee ni la fuerza de los trillones en misiles, o la fuerza económica de ninguna potencia mundial. Su fuerza como enseñanza evangélica y social consiste en la “dinámica potente del Reino de Dios” al que alude Jesús en la Buena Noticia del XI Domingo del Tiempo Ordinario:
1) Un “reino” como forma de vida en fraternidad, justicia, reconciliación, solidaridad y sobre todo dignificación de la persona humana en todo sentido (Declaración “Dignitas Infinita” firmada por Papa Francisco el 08 de abril de 2024). Allí se ha de “primerear o privilegiar” a los más sencillos e indefensos ante decisiones de fuerzas estatales, económicas, o culturales que tienden a manejar con ingenierías dignas de la IA (Inteligencia Artificial) la vida de todos;
2) Se trata —según la parábola— de una “paradoja inexplicable”, el Reino crece con dinamismo propio sin que se sepa cómo, después de innumerables persecuciones pasadas y presentes, el Evangelio se sigue proclamando;
3) Es un “reino” que tiene a la Iglesia como centro pero que va más allá de su perímetro, llegando a manifestarse en quienes “piensan en serio y honestamente”, aunque sin una seria confesión religiosa, pero coinciden con el deseo de la Verdad según de Santo Tomás de Aquino en su 750 aniversario (1225-1274): “Todo lo que sea verdadero, lo diga quien lo diga, viene del Espíritu Santo”. A esto alude San Pablo cuando dice que “Dios tiene un proyecto, el de recapitular todas las cosas en Cristo” (Efesios 3, 10), pues hay “navegantes por esa verdad en todas partes”, en los océanos de la ciencia, de los valores, buscadores del rostro de Dios como Verdad auténtica y persona real, como dicho antes, quizás con prejuicios hacia la Iglesia y su doctrina, pero coincidentes en que “Si algo ama y desea el espíritu humano es esa Verdad” (Santo Tomás de Aquino);
4) No se trata de “salón del Reino” en el que los iniciados se encierran para lanzar una cruzada de conversión a un mundo al que, por demás, consideran irredimible, y como “massa damnata” (masa o grupo de gente condenada, sin futuro), sino que “escucha a todos” como pide Papa Francisco, ofreciendo el complemento de lo verdadero que ya late en muchos como “semilla del Verbo”, a pesar de las atroces ofertas culturales de hoy. Así, es un reino que “no discrimina” sino, como árbol de anchas ramas, acoge a los “pájaros”. Bíblicamente, los pájaros simbolizaban a las naciones que rodeaban al pequeño reino de Israel, pasando en bandadas con destino apenas conocido;
5) Es, en fin, un reino que “sufre violencia” (Mateo 11, 12) incluso en sociedades “cultas y poderosas” pero ateas, donde se cumple lo dicho por otro autor de aniversario, Gilbert Keith Chesterton (1874-1936): “Cuanto se quita lo sobrenatural, no queda lo natural, sino lo antinatural”. Dígase, Ideología de Género.
Trabajar por el Reino de Dios es parte de la tarea de la Iglesia, del Papa “sin tropas ni medios”, pero como mensajero de la propuesta de paz y dignificación de las personas. Es el ideal que —también paradójicamente— reveló Jesús, en su despojo más grande antes de la pasión cuando, torturado y sangrante, dijo: “Mi Reino no es de este mundo” (Juan 18, 36), agregando luego que “los que son de la Verdad, escuchan su voz”. Que el mes del Sagrado Corazón de Jesús, de devoción mundial, invite a acoger y apoyar en todos los ambientes humanos —familia, comunidad, cultura, política y economía— la pequeña pero invencible semilla del Reino de Dios.