Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
A partir del Domingo pasado, la Iglesia nuestra Madre y Maestra nos ha propuesto en cinco domingos, la lectura del Evangelio según San Juan, precisamente en el importantísimo capítulo 6: la revelación de Cristo al mundo como el “pan bajado del cielo, como alimento verdadero para tener vida eterna”.
Es una de las enseñanzas más importantes para la vida cristiana, y al mismo tiempo uno de los misterios más grandes de la Fe: ¿cómo es posible que el Hijo de Dios se dé a nosotros en un alimento tan sencillo como es el Pan Eucarístico?.
Desde el principio este gran regalo del Señor ha encontrado incredulidad y hasta oposición. Es más, algunos grupos que se llaman cristianos o cercanos al cristianismo (Mormones, Testigos de Jehová) dicen “celebrar la cena del Señor, o el recuerdo de la Cena” pero niegan en el fondo, al igual que los judíos como veremos dentro de cuatro domingos, que “el Pan verdadero sean el Cuerpo y la Sangre del Señor”.
Pero es la gran verdad, el gran regalo de Dios al mundo: Cristo no nos ha dejado ideas o enseñanzas vagas, no nos ha dejado una fundación social llamada Iglesia: Él está con nosotros presente en el banquete del pan del cielo que tenía ya una promesa en el Antiguo Testamento: el pan que cayó en desierto, el maná (de dos palabras: ma = ¿qués es? Y nah = pues…¿qué es es pues, esto?. Era tan solo una figura de Aquel que también vino del cielo, Jesucristo, para saciar no un hambre solo material, sino el “deseo de la vida, la verdad, la felicidad auténticas”.
Es por ello que hoy estamos invitados a contemplar en el Evangelio:
- La actitud humana, si bien de necesidad, de “hambre de pan material” que se convierte en un interés material: fueron corriendo a buscar al Señor para tener más panes;
- Cristo aclara esa actitud y pide que le busquen a Él mismo, no a los dones materiales. Una invitación que ellos no comprenden y comienzan a hacer preguntas sobre lo que Dios quiere de sus vidas;
- Como se pensaba que en el desierto “Moisés había hecho caer pan del cielo” Jesús enseña que “ha sido el Padre quien ha dado el pan verdadero”: ese pan, es decir ese alimento es el mismo Señor Jesús, que se ofrece en su Palabra pero que sobre todo se da plenamente en la Eucaristía.
La enseñanza es clara:
- No podemos ir a Dios “buscando en primer lugar cosas o bendiciones o prosperidades como las que ofrecen hoy las sectas”: nuestra Fe, nuestro seguimiento debe ir hacia Él como al mejor alimento, el que en el fondo busca nuestro corazón: como bien decía San Agustín: ¿Y que es lo que el alma más desea sino la verdad?. Como alimento, Jesucristo es Camino, Verdad y Vida;
- El Señor afirma: “Quien viene a mí no tendrá hambre ni sed”: recordemos a los cristianos no católicos que han perdido tanto el sentido verdadero de la Biblia, pero también el Pan bajado del cielo, el misterio Eucarístico.
Y que la comunión con el Pan de vida nos lleve a compartir con los demás el pan también material, como signo de nuestra comunión con Dios.