En la Diócesis de Escuintla, con la celebración del Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, dio inicio la Semana Santa. Después de cerca de tres años de no realizar la procesión de ramos, derivado de la emergencia sanitaria del Covid19, al fin nuevamente varios cientos de feligreses católicos se unieron y participaron de esta celebración.
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En la homilía, Monseñor Víctor Hugo Palma, obispo de Escuintla, nos recuerda que en ésta semana pasaron muchas cosas y que no es la vacación del verano, sino los días santos que nos trajeron la salvación. Es importante seguir los acontecimientos que pasaron en la Semana Santa.
Nos recuerda también que la Semana Santa no es cosa del pasado, sino que es muy actual, pues Cristo dio la vida por nosotros. En el mensaje nos invita a reflexionar en cuatro personajes muy importantes en el relato de la pasión:
El primero es Pedro, que estuvo con Jesús, que vio los milagros, recibió la enseñanzas de primera mano y que era de quién más se esperaba, sin embargo fue cobarde, por no mantener la verdad, no mantener el testimonio y ese personaje también somos nosotros. Andamos con Jesús, venimos a la Iglesia, pero nos avergonzamos de la fe y de Jesús. En el mundo no faltan cristianos, sino que faltan testigos que mantengan lo que son.
El segundo personaje es Judas, porque también nosotros podemos serlo, al andar detrás de los bienes materiales, perdemos la dignidad de las personas, hacemos el daño, entregamos al inocente. Este personaje también nos representa. El principal problema es el dinero que obtuvo de la entrega del inocente, incluso en las guerras actuales, hay alguien que está sacando dinero. En algún momento todos podemos ser Judas, por que podemos vender la dignidad, la familia, por un poquito de dinero. El dinero en sí mismo no es malo, es la ambición.
Poncio Pilatos, el tercer personaje, como político sabía que Jesús era inocente, pero se dejó influenciar y antepuso sus intereses personales a la verdad y la justicia. La cobardía es quedarnos callados delante de la injusticia. Cuando vemos injusticias, como cristianos no podemos quedarnos callados sin hacer nada. Vemos pasar el golpe al hermano, pero nos lavamos las manos y dejamos que pase la injusticia.
Hay otro personaje, María nuestra madre, bajó con Jesús a Jerusalén y veía todo lo que pasaba su hijo y recordó lo que el ángel le dijo: «tu hijo tendrá el trono de David» (cf Lc 1, 32). Pero en lugar del trono, tuvo una cruz. La cruz es un signo de humillación. Y aunque vio lo contrario a lo que le dijo el ángel, ella tuvo esperanza, porque la muerte de Cristo no fue un accidente, no fue algo que no se pudo evitar, sino que fue el cumplimiento de la voluntad de Dios.
El obispo nos invita en esta Semana Santa, a reflexionar en estos personajes, Pedro el cobarde por quedar bien con los amigos, aún sabiendo que es malo, no ser como Judas en que todo tiene un precio, que pudiendo hacer el bien, importa más el dinero. No como Pilatos, que aunque vemos la injusticia que se hace al inocente, nos lavamos las manos y hacemos de la vista gorda. Seamos más bien como María, que entró con Jesús y estuvo siempre a su lado con fe y esperanza.
Pero tengamos cuidado, porque la historia se puede repetir y pasar de ser cristiano a acusar a Cristo y avergonzarnos del Señor, dándole muerte cuando tratamos mal a nuestros hermanos.