Queridos hermanos:
En este Segundo Domingo del Tiempo Ordinario, “tiempo de caminar en la santidad de los hijos de Dios, haciendo bien lo que tenemos que hacer” (Papa Francisco), se nos invita de nuevo a tomar conciencia de nuestro lugar en el mundo: un lugar, un rol, una identidad para promover “todo lo bueno, no noble, lo justo” (Fil 4,8).
Hoy las palabras del Señor a su siervo en el profeta Isaías: “Tú eres mi siervo, Israel, en ti manifestaré mi gloria” se refieren a todos los que formamos el “nuevo Israel” nacido de nuevo por el Bautismo” como celebramos el domingo pasado.
Somos, pues los “santificados que alaban al Señor en todos lugar” nos recuerda San Pablo en la Carta a los Primera Carta a los Corintios.
Pero ¿cómo desarrollar una misión, una acción en el mundo que a veces nos parece ajena a nosotros y sumamente difícil? He aquí de nuevo la escena del Bautismo del Señor, ahora contada por el Evangelio según San Juan, el Bautista lo indica a todos como “Cordero que quita los pecados del mundo”; en hebreo, la palabra “cordero” se dice como “siervo” (“thaliáh), Cristo es “siervo de Dios” porque “cumple la voluntad del Padre” incluso como “cordero sacrificado por nuestros pecados”.
Lo mueve la fuerza del Espíritu Santo, aquel que nosotros también recibimos en nuestro Bautismo, en los sacramentos y que se hace fuerte cada día mediante la oración, la meditación de la Palabra, la caridad para con los hermanos.
Al inicio aún del año nuevo 2020, dejémonos llevar “por el Espíritu y no por la carne” (Romanos 7, 1ss): desechemos la telaraña de la corrupción, de los pensamientos y “derechos contrarios al camino de Dios”, rechacemos como hijos de Dios lo que se opone a su plan de salvación “como ideas generalizadas muy presentes en los espectáculos, en ciertos medios de comunicación” pero no por eso buenas o justas.
“Dejarse llevar por el Espíritu significa muchas ser signo de contradicción en medio de un mundo que quiere hacernos a su antojo y falsos valores”.
Pidamos al Señor la “sabiduría verdadera” para las nuevas autoridades de la nación: como Gobierno pueden hacer tanto mal si en sus vida gobierna “la carne” disfrazada de laicismo, de simpatía por el populismo y no por la verdad, o tanto bien, si abren su mente y su corazón a la Verdad que viene de Dios.