Queridos hermanos:
El Tercer Domingo de Adviento tiene un nombre propio: es el domingo “de la alegría, del gozo verdadero ante la venida del Señor”. El celebrante y la Liturgia cambian el color morado por el color rosado, pues ya se percibe la presencia cercana del Señor. Una alegría cristiana “diferente de la del mundo”, no depende del consumismo ni de la vaciedad de las “fiestas del fin del año” como nos recuerda el Papa Francisco. Nuestro gozo es el Señor, pero esa alegría debe de buscarse intensamente.
Es así que el profeta Sofonías (cuyo nombre significa “Dios protege”) habla a Jerusalén, llamada la “hija de Sión” es decir de una montaña humilde donde se encontraba edificada, que su alegría es grande “porque el Señor está en medio de ella”, ¡pensemos en María Santísima en cuyas entrañas virginales ya está Aquel que nos dará la vida, la luz, la paz y la libertad verdaderas!.
El Salmo responsorial que toma el Cántico del capítulo 12 de Isaías proclama la auténtica alegría, es darse cuenta de que a pesar de las desdichas, de las contradicciones del mundo, el Señor es nuestro Dios y Salvador.
Pero es sobre todo San Pablo en la Carta a los Filipenses quien da “testimonio personal del gozo verdadero”. Pablo está en cadenas por Cristo, pero no piensa en sí mismo, escribe pidiendo a los cristianos “estar siempre alegres en el Señor”, porque tenemos la certeza de que Él nos ama, nos levanta, nos perdona.
En el Evangelio de hoy, San Juan Bautista indica el modo de vivir la alegría verdadera: ¡hay que vivir en la buena conciencia de la honestidad!:
- No olvidemos que las penas del mundo son causadas por los organizadores del crimen, del vicio, y por aquellos que escuchamos la llamada del mal y no la de Dios;
- El Bautista es muy concreto: ni extorsión, ni falsas denuncias, ni egoísmo, ni “apropiarse del nombre de Cristo” como hacen tantos predicadores de “iglesias de mercadotecnia”; dice Juan, “No soy digno de quitarle las sandalias”, es decir, de robarse el rostro del Señor y con ello la alegría auténtica;
- Se trata de la alegría en medio de la “moderación y la generosidad”, un tiempo para participar de tantas bellas iniciativas para con los pobres como decía el Señor.
Hay más que el Señor nos conceda “no caer en la trampa de las cosas, de la espiritualidad mundana de una Navidad sin Cristo” que encontremos el gozo en la caridad, en la verdad, en la construcción de la paz mediante la promoción de la justicia y la equidad, ellos son los instrumentos de la “Alegría del Evangelio” que Papa Francisco señala para vencer la soledad, la depresión y la vaciedad del mundo.
Nos ayude María “causa de nuestra alegría”, como Nuestra Señora de Guadalupe, que con su traje autóctono de “mujer que espera un hijo”, símbolo del gozo de una vida que viene, de un niño que se espera. Amén.