Se cuenta que en un país occidental “desarrollado”, de aquellos que penosamente han perdido el norte de sus raíces cristianas, un niño le preguntaba a otro: Oye, dicen que viene la Cuaresma, pero ¿qué es eso?… A lo que su amigo respondió tras pensar brevemente: “Es algo así como el Ramadán”. El Ramadán es el tiempo de sobriedad, penitencia, observancia de abstinencias propia del mundo islámico, por cierto bien practicado por ellos. Los niños de aquel país aludido tenían una idea más clara del “tiempo fuerte” espiritual que es la Cuaresma por lo que veían, no en su casa, sino entre los migrantes musulmanes de su país. Lo que lleva a preguntarse si todavía se conoce y vive la Cuaresma o “cuarenta días hacia la Pascua” iniciados ya el pasado Miércoles de Ceniza.
La Ceniza es un signo serio: la condición humana es frágil, pasajera, voluble, pero hay un Dios que puede “sacar de las cenizas la vida”, decía en su breve existencia Søren Kierkegaard (1813-1855). La Buena Noticia de mañana presenta a un Cristo en el “éremos” (desierto en griego) es decir, a donde Él, llevado por el Espíritu Santo, entra porque no hay nada y se puede encontrar a Dios. “Por el desierto, Dios quiere conducirnos a la vida”, es el título del Mensaje para la Cuaresma 2024 del Papa Francisco.
En otras palabras, los “cuarenta días” son:
1) Un programa de «dieta urgente». Tiempo de impostergable abstinencia de los excesos están matando, probando todo, corriendo siempre, tragando mucho pero satisfechos de nada, con hambre y sed —sin saberlo— de lo que sí es infinito, verdadero, luminoso: Dios mismo;
2) Ellos piden un “cambio de mentalidad” —el sentido del “conviértanse” de Jesús—, pues poco a poco se ha llenado la existencia de la terrible basura del “mundo”, no el mundo físico o social, sino la “cultura de muerte” que privilegia el sentimiento sobre la razón, lo fugaz del placer sobre lo perdurable de los valores, la indiferencia ante las guerras y sufrimientos;
3) Son un camino de “diagnóstico serio”. Imposible de realizar sin la ayuda del Espíritu, dado que el triunfo del Demonio es hacernos creer que él no existe y que los sentimientos de culpa se resuelven con métodos de autoayuda, con gimnasia, dietas, con vacaciones “de verano” como el que ya insiste la publicidad a todo nivel;
4) Son un paso por el desierto, “dejando de lado lo que nos aturde”. Como el exceso de comunicación en las redes sociales, la cuales son ciertamente “redes” que atrapan en el egoísmo del “selfista” o del que inventa mundos irreales y hasta perversos con la calumnia y la deformación de la realidad;
5) Ellos, los cuarenta días, pasan por la única forma de amor verdadero, aquel que viene de la Cátedra de la Cruz (Papa Francisco 08 de febrero 2024), contemplando en los Viacrucis al único verdadero amor, el que se niega a sí mismo para que el otro tenga vida;
6) Los cuarenta días son evadidos por quién teme verse tal y como es. Alguien que ha fallado y arruinado la familia, sociedad, ambiente y el propio yo, pero que puede levantarse y ser levantado por el primer practicante de los “cuarenta días”, el mismo Jesús que dice “el Reino está cerca”, siendo Él mismo el Reino, la forma de vida plena, luminosa y alegre, a la que se llega no sin antes “caminar por el desierto” al que Dios conduce al hombre para que recobre la “única sed importante”, la sed de Dios.
Él mismo, según San Agustín, “tiene sed de que los hombres tengan sed de Él”, por lo que la Cuaresma no es un tiempo de soledad, sino del caminar hacia la Pascua de la mano de Aquel que conoce y revela lo que en el fondo se ha perdido: la certeza de ser hijos de Dios, hermanos de otros y señores / guardianes de la creación.