Queridos hermanos:
Luego de las hermosas celebraciones del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor, fortalecidos como católicos por nuestra Fe Eucarística, contemplamos hoy el mensaje de la Palabra de Dios que nos invita a “vencer con Cristo al mal de este mundo”.
En efecto, el cristiano desde su bautismo está asociado a Cristo Vencedor del mal: ¡en su resurrección el Señor Jesús derrotó al mal, no hay que temer a dicho mal pero hay que llevar adelante la victoria de Cristo!.
Ya en el Génesis se anunciaba esta victoria: cuando el Señor reprocha justamente a la mujer haber colaborado con el Diablo para la desobediencia a su mandamiento, también le hace una promesa hermosa: de ella nacerá “Uno que quebrantará el poder de la serpiente”, es decir, se anuncia Cristo vencedor de Demonio.
Como sabemos, el “mal” en el lenguaje de la Biblia no son “los males” solamente (enfermedad, catástrofes, accidentes, violencia, etc.) sino como nos ha recordado el Papa Francisco: “El Demonio existe, es una persona concreta, es el Malo, pero está derrotado”.
Cuando no usamos bien nuestra libertad, cuando damos lugar en nuestra vida al vicio, a la corrupción en cualquiera de sus formas, cuando pensamos y actuamos “no como hijos de Dios, sino según el mundo enemigo de Dios” entonces se debilita nuestra lucha contra el mal: ¡evitemos perder lo que ya Cristo nos ha ganado, vivamos pues nuestra libertad sin caer en el libertinaje!, tal es la bella expresión del Salmo 29, una petición de perdón por los malos caminos recorridos.
San Pablo en la 2ª. Carta a los Corintios nos anima a “creer en Dios que nos ha dado parte en la victoria de Cristo”, una hermosa expresión y un compromiso, en todo lo posible, debemos recordar que “si bien la gracia es lo que nos salva, también se espera de nosotros que luchemos con la inteligencia, la voluntad, la libertad” para continuar el Reinado de Dios donde antes reinó el Pecado.
Pero es el Evangelio el que nos coloca ante una opción, aquellos contemporáneos de Jesús le rechazan y dicen que “vence al demonio -los exorcismos, etc.- ayudado por el mismo demonio. El Señor aclara ese tonto razonamiento: el mal no es un reino dividido que va a la ruina.
Y hace una advertencia: ¡evitemos cometer el más grande pecado, aquel que no será perdonado, el pecado contra el Espíritu Santo! Es decir, ¡no nos hagamos los sordos, los ciegos, los desentendidos de la misión cristiana de hacer el bien y evitar el mal!.
A veces, como aquellos de Jerusalén, nos vamos contra la evidencia del bien y nos cerramos a Dios: entonces sí no tenemos salvación, pues libremente acogemos y apoyamos lo que se opone a la verdad, la justicia, la paz, el perdón.
Pidamos al Sagrado Corazón de Jesús en cuyo mes estamos que “imitemos su corazón amoroso y victorioso”, pues solamente el amor es el que vence siempre (Ap 5, 1ss). Que con el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María podamos en fin, ser parte de quienes acompañamos la victoria de Cristo sobre el mal, que no colaboremos con dicho mal, sino que ya en esta vida hagamos presente los valores del Reino de Dios.
Iniciando este mes las Visitas Misioneras del Obispo a nuestras parroquias en Escuintla, pido sus oraciones para impulsar mejor el Plan Pastoral 2018-2023 “Rema Mar Adentro”. Así sea.