Queridos hermanos:
Hoy celebramos con muchos cristianos del mundo la maravillosa “manifestación del Señor”, eso quiere decir precisamente “epifanía”; aquel que nació prácticamente “oculto a los ojos del mundo” en una gruta de una pequeña aldea llamada Belén, en el silencio de la noche y en medio de gentes sencillas como los pastores, ahora es “visitado por representantes del mundo entero” como lo son los “reyes magos”, ¡ellos buscaron al Señor, siguiendo la estrella, también nosotros debemos buscarlo para anunciarlo a los demás”.
Quien ha nacido en condiciones humildes es en fondo “la Luz que ilumina los pueblos, quienes pueden caminar bajo su resplandor, incluso los reyes de la tierra”. Tal es la hermosa profecía de Isaías en la primera lectura: la ciudad de Jerusalén, humillada y destruída por la guerra, se ve de pronto “visitada y enriquecida” por todos los pueblos.
El mismo salmo 71 indica el destino universal del acontecimiento de la Navidad: “Los reyes se postrarán y te ofrecerán sus dones”. Como bien lo sabemos, el nacimiento de Cristo no quedó en las fronteras del antiguo Israel, en la carta a los Efesios, San Pablo enseña a cristianos provenientes de pueblos no judíos conocidos como “paganos” que también ellos, como todas las culturas, están llamados a la riqueza de la Fe, ¡seamos también nosotros mensajeros de la salvación de Cristo para todos los pueblos, las culturas, los modos de pensar, las diferentes formas de vivir en la sociedad!.
Pero es sobre todo la conocida escena del Evangelio, la “adoración de los Reyes Magos” la que nos indica claramente:
- Mientras los “extranjeros” buscan al Señor, aquellos que estaban llamados a esperarlo y adorarlo, Herodes y sus expertos bíblicos, lo desechan, e incluso como sabemos, intentarán matarlo, como bien dice San Juan: “Las tinieblas intentaron apagar la luz porque sus obras eran malas” (Jn 3, 17ss);
- No basta por tanto “saber dónde está Jesús” sino se hace necesario “caminar dejándolo todo” para seguir las indicaciones del Espíritu como la “estrella del cielo” hasta encontrarlo sin confundirlo con los reyes de este mundo;
- Finalmente hemos de “llevarlo a los demás”, como los Magos, estando atentos durante el año que aún inicia “a los signos que nos llevan a Cristo” (la Palabra de Dios, la celebración de la Santa Misa dominical, el contacto con la familia y con los más pobres).
Seamos nosotros mismos “como una estrella, como una luz” aún humilde e imperfecta pero indicadora de dónde está el Señor: en el amor, en la paz, en la misericordia, en la esperanza y la alegría cristianas.
Oremos hoy especialmente por las familias migrantes, por los niños y jóvenes para que la Humanidad muestre hacia ellos lo mejor en generosidad, en apertura, en misericordia, pues también entre ellos “camina el Señor”.