Como es sabido, la amnesia (del griego “a-” privativo y “-mnesos” memoria) u “olvido parcial o total de eventos, de personas, de datos” nos va llegando no solo con la edad, sino se ubica entre los males que produce el famoso “stress” o situación de angustia ante un mal que no se puede afrontar, según la definición —entre otros— del psicólogo canadiense Hans Selye (1907-1982). Como lo enseña la Buena Nueva de mañana, la naturaleza humana puede darse cuenta de sus logros, pero puede olvidar el camino recorrido, en este caso, el camino de Dios con la Humanidad a lo largo de guerras, terremotos, pandemias, catástrofes de todo tipo. Cada persona tiene “cicatrices” que toma a broma, pero que un día fueron su dolor, y ahora son prueba de que se pudo sobrevivir.
La magnífica escena del Evangelio según San Mateo requiere reflexión:
1) Los discípulos, luego de la multiplicación de los panes (Mt 14, 13-21) son enviados por Jesús en la barca a la otra orilla del lago, mientras él permanece solo. En medio del viaje viene una tempestad que agita la barca —se recuerde que Israel nunca fue un pueblo marinero, sino temeroso del mar—, y para colmo de sustos, pasada la media noche —es decir, la cuarta jornada nocturna— Jesús viene “caminando sobre las aguas”;
2) Luego de escuchar su voz y calmarse, uno de ellos pasa del miedo a la audacia: “Que yo camine también sobre las aguas”, dice Pedro;
3) Extrañamente el Señor se lo permite: “extrañamente”, pues Dios no se encuentra en espectáculos o shows religiosos, tanto en el caminar ordinario como en lo cotidiano —San Juan Pablo II, en relación al pensamiento de San Josemaría Escrivá, 2002—. Pero Pedro comienza a caminar con éxito;
4) Pero le viene la amnesia mortal: cuando siente el viento y su fuerza, deja de ver el camino que ya había recorrido, se olvida que Aquel que le permite caminar es el que ha “multiplicado los panes para más de cinco mil”: y Pedro cede a sus miedos, ve la dificultad y no a Dios, y comienza a hundirse. No será la primera vez que le pase: por temor negará a Cristo tres veces “antes del canto del gallo”.
Pedro es figura del creyente, o al menos de la persona actual, incapaz de recuerdo de los males ya vencidos, del camino hecho: hay matrimonios que dicen: “Ya no más” y se separan luego de décadas de haber bandeado juntos tempestades.
El fijarse en el momento de la dificultad, perdiendo la memoria de la vida, causa el hoy tristemente famoso “pánico” ante el covid-19, etc. Es decir, sin perder la prudencia, sin caer en la “temeridad” de algunos que desafían las normas sanitarias y “retan el poder de Dios”, tampoco se puede cortar con la memoria de su presencia, como bien lo dice el proverbio que anda por ahí: “También de esta saldremos adelante, con la ayudad e Dios”;
5) Una cosa salva a “Pedro el temeroso”: sabe orar, tiende la mano, e “inmediatamente” es ayudado por su Señor: si bien en todos los casos de oración “los tiempos de la respuesta divina varían”, sí vale lo también proverbial: Dios tarda pero no olvida.
Ojalá las generaciones que arriesgamos Alzheimer o “amnesias” fortalezcamos a jóvenes y niños que de pronto se ven en cuarentenas, con el estudio y trabajo perdidos, y seamos para ellos “misioneros de esperanza”, y sobre todo modelos del “levantar la mano” a quien todo lo puede.
Ya lo decía el teólogo Orígenes (185-264): “Si te parece que todo se hunde, clama a él, y recuérdale que fue él quien te dijo que subieras a la barca. Y no lo olvides, vendrá pasada la media noche para que la luz venza la oscuridad” (Comentario sobre Mateo).