Queridos Hermanos:
El cuarto domingo de Cuaresma tiene un nombre propio: es el momento en que la Iglesia nos dice “alégrense” puesto que ya comenzamos a sentir la cercanía de la Pascua.
Del mismo modo como nos alegra superar una enfermedad o una dificultad que nos parece insalvable, de la misma forma como nos alegra la respuesta a nuestras dudas, así este domingo nos “hace ver el rostro de Cristo liberador de la Humanidad: ¡alegrémonos también nosotros pues la Cuaresma es el camino al encuentro con quien nos dará la libertad verdadera y la medicina para nuestros males!.
Ese “rostro pascual de Cristo” aparece hoy con dos imágenes:
- La del rey Ciro, que quiere decir “pastor”: el que libera al pueblo de Israel del “tiempo de la esclavitud en el destierro de Babilonia”. Ciro, aunque es un rey pagano, sirve al plan de Dios como un “instrumento misterioso”, ¡Dios se vale de tantos medios para hacernos llegar su respuesta a nuestros dolores, a nuestras situaciones de esclavitud!. El hermoso salmo 136 nos recuerda esa “situación de esclavitud, de amargura, de pena y dolor en Babilonia” y la acción de Dios que ha “cambiado las lágrimas del sufrimiento en risas de gozo”. La Cuaresma es por tanto un “tiempo alegre” nos dice el Papa Francisco: con todo y su seriedad, con todo y sus exigencias, este tiempo nos lleva hacia uno que “es más que Ciro”, aquel que nos ha devuelto la libertad pedida por el pecado, Cristo el Señor;
- La segunda imagen que nos ilustra y “nos alegra” por nuestro camino hacia la Pascua es muy curiosa: en medio del diálogo con Nicodemo en el capítulo tercero del Evangelio según San Juan, “como la serpiente de bronce alzada en el desierto curaba a los condenados a la muerte por su mordedura, así el Hijo del hombre elevado en la cruz” será la medicina suprema para quienes morimos constantemente por el veneno del pecado, por las heridas del mal que nos destruyen y que destruyen a quienes amamos; ¡contemplemos también nosotros a Cristo elevado en la cruz en el Monte Calvario y que esa contemplación en la Fe nos traiga la salvación!.
Sin embargo la “alegría de este domingo” supone una condición que el mismo Jesús revela a Nicodemo: hay que hacer una opción por Cristo Luz del mundo. Ese Cristo que será rechazado por el poder de las tinieblas y de quienes gustan y gustamos tantas veces de vivir como hijos de la oscuridad, cuando más bien somos “hijos de la luz”.
La Cuaresma nos da una alegría diferente: la alegría de quien sostiene con la Gracia del Espíritu Santo la lucha espiritual para vencer el mal a fuerza de bien (Romanos 12, 21); ¡aprendamos el sentido de la alegría auténtica, la que proviene de ser fieles al espíritu de combate espiritual de estos días!.
Y propongámonos ser también “misioneros de la alegría”: hay tantos hermanos nuestros que se dan por derrotados, por fracasados en la lucha contra el vicio, el odio, el materialismo, la falta de una vida según los caminos del Señor.
Nos anima en esta alegría la afirmación de San Pablo en la segunda lectura de la carta a los Efesios: “La misericordia y el amor de Dios son muy grandes”.