Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
El camino de Adviento que hemos iniciado ya hace dos semanas, tiene un impulso especial este domingo en la Sagrada Liturgia con el nombre en lengua latina de «Gaudete» o «Alégrense». Precisamente nos encontramos en el alegre camino de la venida del Señor, damos pasos hacia Él en este tiempo también de «conversión» mientras que Él llega para darnos aquella alegría auténtica de una vida nueva.
Es la alegría a la que se refiere el Santo padre Francisco: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Cristo, siempre nace y renace la alegría. Me parece tan importante que, a todos los fieles cristianos los quiero invitar a una nueva etapa evangelizadora, marcada por la alegría, indicando así caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años» (Exhortación «La Alegría del Evangelio» No. 1).
Es pues la «la alegría en el Espíritu Santo» que nos lleva a contemplar con gozo, las tres voces proféticas, a Cristo que viene:
- Según el profeta Isaías, Cristo es quien nos traerá abundantemente el Espíritu Santo: ese Espíritu divino puede renovar todas las cosas, todos los corazones, y ello es lo que debe darnos un gozo profundo: con Él habrá una nueva dignidad para todos y se dirigirá especialmente a los sufrientes.
- Juan Bautista responde a quienes le preguntan si él es el Mesías, señalando que Aquel que ya está en medio de nosotros es capaz de vencer las tinieblas del pecado y la muerte, porque tiene el sello del Espíritu: el inicio de relaciones nuevas y fraternas entre los hombres;
- San Pablo, invita a vivir una alegría en la fidelidad: recibir al Señor como meta de una existencia dedicada a Él, es decir a vivir según el Espíritu que nos orienta al Señor.
Hermanos y hermanas, en nuestra tierra de Escuintla, ¡no vivamos según el espíritu del mundo y su falsa alegría en el festejo del consumo, del derroche, de la indiferencia ante quienes no tendrán la alegría de la Buena Nueva, porque son «descartados» en nuestra familia, reunión o comunidad. Seamos más bien «misioneros servidores de la alegría auténtica del mundo» como María en su Purísima Concepción, la «Madre de nuestra alegría, Cristo» a la que hemos celebrado recientemente también con Nuestra Señora de Guadalupe y a quien decimos «Intercede para que el gozo de creer en Cristo nos lleve a encontrarlo en nuestros hermanos, Amén».