Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
La fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán pasa normalmente bastante desapercibida, pero esta año cobra notoriedad al caer en domingo. La Basílica de San Juan de Letrán, es la Catedral de Roma, la Catedral del Papa, es símbolo de la unidad de todas las comunidades cristianas con Roma y nos recuerda que todos estamos construídos sobre el mismo cimiento de Jesucristo. Este día es buena ocasión para que elevemos juntos nuestras plegarias por el ministerio y salud de nuestro muy amado Papa Francisco.
¿Qué representa para la liturgia y para la espiritualidad cristiana la dedicación de una Iglesia y la existencia misma de la Iglesia, entendida como lugar de culto? Tenemos que comenzar con las palabras del Evangelio: «Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y verdad».
Jesús enseña que el templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra. Hablando de sí y del Padre dice: «vendremos a él, y haremos morada en él» (Juan 14, 23) y Pablo escribe a los cristianos: «¿No saben que son santuario de Dios?» (1 Corintios 3, 16). Por tanto , el creyente es templo nuevo de Dios. Pero el lugar de la presencia de Dios y de Cristo también se encuentra «donde están dos o tres reunidos en mi nombre» (Mateo 18, 20). El Concilio Vaticano II llama a la familia «Iglesia doméstica» (Lumen Gentium, 11) es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que «dos o tres» están reunidos en su nombre.
¿Por qué, entonces, los cristianos damos tanta importancia a la iglesia, si cada uno de nosotros puede adorar al Padre en espíritu y verdad en su propio corazón o en su propia casa? ¿Por qué es obligatorio ir a la Iglesia todos los domingos? La respuesta es que Jesucristo no nos salva por separado; vino a formar un pueblo, una comunidad de personas, en comunión con Él y entre sí. Lo que es la casa para una familia, lo es la Iglesia para los hijos de Dios. He visto en pueblos y aldeas, que no tenían una Iglesia propia y que han tenido que construirse una por su cuenta. La solidaridad, el entusiasmo, la alegría de trabajar juntos con el sacerdote para dar a la comunidad un lugar de culto y de encuentro son historias que valdría la pena escribir y compartir.
Ahora bien, aunque nuestros templos en Escuintla casi siempre están llenos, tenemos que recordar que muchos bautizados han abandonado la participación en la Iglesia y por tanto, en la Misa dominical. Esto no quiere decir que quien no va a la Iglesia haya perdido necesariamente la fe. Muchos no pueden asistir aunque quisieran debido a las exigencias de su trabajo, lamentablemente muchas empresas no respetan el domingo como un derecho para que los trabajadores practiquen su fe católica.
En las Confesiones (VIII, 2), San Agustín narra cómo tiene lugar la conversión del gran orador y filósofo romano Victorino. Al convencerse de la verdad del cristianismo, decía al sacerdote Simpliciano: «Ahora soy cristiano». Simpliciano le respondía: «No te creo hasta que te vea en la Iglesia de Cristo». El otro le preguntó: «Entonces, ¿son las paredes las que nos hacen cristianos?». Y el tema quedó en el aire. Pero un día Victorino leyó en el Evangelio la palabra de Cristo: «quien se avergüence de mi y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre». Comprendió que la vergüenza y el miedo del qué dirán, le impedía ir a la Iglesia. Fue a ver a Simpliciano y le dijo: «Vamos a la Iglesia, quiero hacerme cristiano».
Al meditar sobre la importancia de los templos, les encargo que, desde nuestra Catedral de Escuintla hasta la más humilde iglesita de nuestra Diócesis esté bien pintadita, limpiecita y con flores naturales, hay templos donde, junto a las telarañas, cuelgan todavía los brichos de hace tres años, eso no puede ser, tratemos qu cada templo sea un lugar santo donde nos sintamos motivados a orar con intensidad, les bendigo paternalmente: