Queridos hermanos:
Una de las verdades más importantes para la vida cristiana es ofrecida hoy por la Palabra de Dios: ¡somos salvados gratuitamente, por la Gracia divina y al mismo tiempo hemos de dar una respuesta libre y responsable a ese regalo de Dios!.
Hace más de mil seiscientos años San Agustín lo decía claramente: “El Dios que te creó sin tu ayuda, no te salvará sin tu ayuda”, ¡vivamos agradecidos la Gracia divina, sin dejar de corresponder al Señor que nos ama!.
Mientras que como católicos tratamos de mantener ese equilibrio entre “creer y actuar en consecuencia” el Protestantismo “deja de lado la respuesta a Dios y se abraza con “fe” a la salvaciòn”. En realidad ni el mismo Lutero creía en ese desequilibrio, pero aún hoy se dice “me salva la fe y no las obras” olvidando lo que dice Santiago en su Carta: “Muéstrame tu fe sin obras, y yo por mis obras te mostraré mi fe” (Stg 2, 18); ¡seamos misioneros, mensajeros de este equilibrio fundamental, pues muchos anuncian a un Dios que no es el verdadero Cristo Hijo de Dios!.
En efecto, se trata de “ser misioneros” no “ir por al mundo llevando la buena nueva de un Dios que no nos trata como merecemos, sino que es misericordioso”, como lo dice la lectura del profeta Isaías.
La antífona del Salmo 116 es hermosa: ¡demos gracias al Señor! que nos hace ser una “Iglesia en salida” como dice Papa Francisco… salgamos pero no a “hacer proselitismo” sino a invitar con alegría a todos a “tener una fe responsable, activa, inteligente, presente en el mundo para transformarlo”.
Es por ello que Jesús, al ser interrogado sobre cuántos se salvan responde directamente, “Entren por la puerta estrecha” es decir, pongan de su parte con libertad, con voluntad, con inteligencia, ¡seamos pues, los hijos buenos y responsables que responden al amor de Dios Padre rechazando el mal y actuando el bien!.
Lastimosamente, hoy abundan los “evangelios y predicaciones cortados a la medida de los intereses puramente humanos”. Se predica que “Dios bendice o prospera” económicamente, no ciertamente al que trabaja, sino al que hace “grandes ofrendas” a grupos más comerciales que religiosos… se promete el triunfo social, incluso por la vía política a “quien se haga siervo de Dios”, sin importar las vías la solidaridad, el perdón y la paz que es “fruto de la justicia” (Isaías 32, 17).
Que el Espíritu Santo, verdadero “maestro de la verdad completa” nos libre de los misioneros del “espectáculo, materialismo e incluso de políticas de predicación de bendición”.
Que no dejemos de pedir la “Gracia” que nos salva por el amor de Dios y tampoco de actuar la Palabra, aún pasando por “la puerta estrecha” de la renuncia al mal, al vicio, al egoísmo, para actuar lo deseado por Dios, según está dicho: “No todo el que me dice ´Señor, Señor´ entrará en el Reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre que esta en los cielos” (Mt 7, 21-23).
Y que la “fe llevada a la vida” sea la intención de las nuevas autoridades nacionales, “dando al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios” (Lc 20,25).