Queridos hermanos:
Este domingo retomamos el “tiempo ordinario”, después de celebraciones tan hermosas (Pentecostés, Santísima Trinidad, Cuerpo y Sangre de Cristo) se nos invita a tomar el camino de la santidad, de la vida de los hijos de Dios, un camino, como bien dice el Papa Francisco, que “también es para tí” (Carta “Alégrense y exulten”).
Pero parte importante de “lo ordinario” es la actividad misionera, ¡no nos encerremos en algunos momentos semanales de práctica de nuestra Fe, llevemos toda la semana la Buena Nueva de Jesús!.
Hoy se nos invita a escuchar una “llamada fuerte”, toda una vocación para seguir a Cristo, incluso renunciando a cualquier apego material o afectivo, ¡solo siguiendo a fondo a Cristo podremos servirlo a fondo, anunciandolo a los hermanos!.
El caso de Eliseo en la primera lectura presenta a Elías que “debe buscar un sustituto, alguien que siga su servicio de profeta”. Cuando el Señor le indica a Eliseo –ambos nombres, Elías y Eliseo significan lo mismo, “El Señor es mi Dios”-éste lo llama, y aquel hombre que araba el campo lo deja todo para ir con Elías al servicio del Señor, ¡el seguimiento de Dios, el ser cristiano a fondo implica desapegarse de todo aquello que limite o pueda limitar nuestra vida nueva en Cristo!.
El salmo parece encarnar la respuesta de Eliseo al llamado de Elías: “Enséñame, Señor el camino de la vida”, ese camino se abre cada día ante nuestros ojos, pero para recorrerlo necesitamos humildad y a la vez generosidad como Eliseo que con la yunta de bueyes con que araba ofreció un sacrificio en cierta forma de “acción de gracias”.
San Pablo en la Carta a los Gálatas habla por ellos de la “situación de libertad del cristiano”, libertad no es hacer lo que da la gana, sino vivir lo que se debe, es decir, lo propio de los hijos de Dios.
Pero es Jesús quien en su camino a Jerusalén –donde dará la vida por todos en la cruz- encuentra a algunos que “quieren seguirle con condiciones”; el apego familiar (despedirse del padre), el prolongar una situación del pasado (el funeral del mismo padre, que los muertos entierren a los muertos) o “llevarse todo con Jesús” (quien supone que Jesús va a ser rey de Jerusalén y ve la conveniencia de seguirlo).
¡Cristo mismo es el ejemplo del desprendimiento, pues “siendo Dios se hizo obediente hasta la muerte de cruz! dice San Pablo (Filipenses 2, 5ss). Pasemos del entusiasmo pasajero de una vida cristiana “con todo y también con Jesús” a dejar lo que en el fondo puede estarnos alejando de Dios.
San Josemaría Escrivá preguntaba: “¿Tienes una amistad o tienes una cadena?” (Camino, Punto 160). Reiniciemos el tiempo ordinario con realismo: el Señor pasa y nos llama, imposible seguirlo sin renunciar a lo que se opone a su amor, a su camino de salvación.