Queridos hermanos:
Este séptimo domingo del tiempo pascual, nos invita a vivir con alegría y a la vez con esperanza y compromiso la Ascensión del Señor a los cielos. Después de cuarenta días de su Resurrección, luego de haberse “aparecido” a sus discípulos para animar su fe y aumentar su alegría, hoy el Señor deja a los suyos y sube hasta sentarse “a la derecha del Padre”, ¡celebremos la gran victoria de Cristo, uno “de los nuestros” verdadero Dios y verdadero hombre intercede por nosotros y guía a su Iglesia desde el cielo!.
Ahora comienza el “tiempo de la misión de la Iglesia”; ella, unida a su Esposo Resucitado en el cielo, va por el mundo llevando no solo su mensaje, sino su misma presencia.
En la primera lectura de Hechos de los Apóstoles, se narra la Ascensión del Señor, pero también la promesa de que Él volverá al final de los tiempos para dar “plenitud a su Reino de paz, de justicia, de amor, de paz”, ¡esperemos a Cristo trabajando por la expansión de ese Reino suyo en el mundo!.
Recordemos como bien dice el Papa Francisco, que la verdadera misión “no es proselitismo” o afán de añadir miembros a un grupo religioso, como hacen las sectas y las mal llamadas “iglesias” de misión: mormones, testigos de Jehová, etc”.
En el Evangelio se dice que Cristo “mientras sube al cielo va bendiciendo a sus enviados al mundo, claramente les indica que vayan por el mundo anunciado el perdón que viene de Dios; ¡cuidado con los misioneros con deseo de poder, de gloria, de prosperidad, que “capturan ingenuos” prometiendo un “cielo materialista en la tierra”!.
La misión verdadera “tiene los ojos puestos en el cielo, pero los pies bien plantados en la tierra”, es decir, la Iglesia no va por el mundo señalando un poder aplastante que le viene de lo alto, sino un mandato de servicio a todos, especialmente a los pobres en lo espiritual o material.
Ciertamente Cristo parece “tardar en volver”, pero como decía San Agustín, “Este último momento antes de su segunda venida se hace largo, pero es el último”.
La manera pues, de honrar la Ascensión de Cristo, es abrirnos a ese “Espíritu Santo” que ya nos preparamos a celebrar en Pentecostés, Él nos ayudará a no dejar de ver hacia lo alto, donde está el Señor Jesús, pero también a encontrarle vivo y presente queriendo reorientar nuestras vidas (Papa Francisco a los Jóvenes de todo el mundo) y llevando el evangelio del perdón a todos.
Vivamos en este mes de Junio la devoción al Sagrado Corazón, ¡el amor de Cristo, desde el cielo, quiere encender el mundo en la misericordia, en la donación al prójimo, en la caridad que es lo único que hace presente en el mundo, el Reino de aquel que “hoy sube al cielo entre voces de júbilo!” (Salmo 46)!