Queridos hermanos:
Iniciamos hoy un nuevo año litúrgico con el Primer Domingo del Adviento, tiempo de preparación a la Venida del Señor, quien de hecho ya está presente entre nosotros desde su Navidad, pero que también regresará para hacer pleno su Reino de vida, de luz, de paz y de alegría auténticas: ¡como los primeros cristianos decimos “Ven, ven, Señor Jesús!”.
Con el color litúrgico morado que nos presenta la Liturgia recordamos que el Adviento es un tiempo que avanza y un camino espiritual que se recorre; mientras el Señor se acerca, nosotros nos preparamos para recibirle: ¡evitemos el engaño de vivir las “fiestas del fin del año” como tiempo de consumo, de alegres reuniones o “convites” que nos hacen olvidar que no esperamos una fiesta de un momento, sino a una persona viva y necesaria para nosotros!.
Es por ello que el Señor que viene “levantará nuestras esperanza” en todas las situaciones duras –como lo indica el profeta Jeremías a un pueblo de Israel atemorizado por la guerra-, que nos ayudará a resolver lo que muchas veces nos parece invencible por nuestras solas fuerzas.
Ya el Salmo responsorial de hoy nos hace pedirle “Descúbrenos, Señor, tus caminos”, que podamos avanzar espiritualmente recordando la frase de Santo Tomás: “En el camino del Señor, detenerse es retroceder”.
El mismo apóstol San Pablo nos indica que la espera del Señor que es una “espera activa”: ¡trabajemos con la Gracia de Dios por desterrar en este tiempo todo sentimiento malo que obstaculice la llegada del Señor!.
Pero es sobre todo el mismo Jesús quien en el Evangelio nos habla en un lenguaje llamado “apocalíptico”, fenómenos en el ambiente, catástrofes naturales, acontecimientos terribles, pero que debe interpretarse: ¡la venida del Señor conmoverá el mundo como lo conocemos, pero no va a destruirlo, como predican tanto los “mensajeros de destrucción” de las sectas fundamentalistas!.
La enseñanza del Señor es diferente: evitemos la “embriaguez” es decir, la pérdida de atención sobre nuestra propia vida. Adviento es tiempo “fuerte” para retomar nuestra vida y el amor a quienes nos rodean, eso se llama “conversión”.
Que importante es hacer un “programa de Adviento”, seguir y aprovechar el paso de estos días, como lo hace la “corona de Adviento” y que podamos vivir en un ambiente en serenidad, de esperanza, de oración, de generosidad solidaria y que esto nos aleje de la distracción de las celebraciones mundanas, para que guiados con la ayuda de María hacia Cristo, seamos en verdad “liberados por el Señor que viene”.