Queridos Hermanos:
Durante nuestro camino espiritual en Adviento, este tercer domingo tiene un nombre especial: se llama Domingo Gaudete (del latín “alegraos”) pues el mensaje de la Palabra de Dios y la vida de la Iglesia giran en torno a la “verdadera alegría cristiana” ¡algo tan difícil de encontrar realmente, en medio del bullicio festivo y materialista de estos tiempos!.
Es el profeta Isaías quien nos hace escuchar una alegre y sentida acción de gracias, bien puede ser Israel y María Inmaculada a quien hemos celebrado hace poco. Aquel que viene transformará nuestras vida como quien retira un traje de luto y hace vestir un traje de fiesta, el traje de la Gracia que vence el pecado y transforma la condición humana.
También nosotros podemos hacer nuestro ese canto alegre y agradecido, en Adviento, mediante el Sacramento de la Confesión nuestro traje de pecado puede ser cambiado por la alegría del perdón.
Como hemos dicho antes, en estos días de celebración de la Inmaculada el 8 de diciembre y luego el 12 con Nuestra Señora de Guadalupe, en el salmo responsorial tomado del Magníficat de María en el capítulo 2 del Evangelio según San Lucas decimos: “Mi espíritu se alegra en el Señor”.
Pero el problema de en qué consiste la alegría verdadera y cristiana lo retoma San Pablo cuando dice hoy en la Carta a los Tesalonicenses “Vivan siempre alegres en el Señor”, una alegría que como hemos dicho, no es el “gozo vacío de las cosas que pasan, de los placeres y reinos del mundo” sino del encuentro con Cristo que viene.
Ellos, los tesalonicenses ya viven la vida nueva en Cristo, por ello, en medio de las dificultades, de ciertas dudas en el camino de la vida, es el júbilo de la venida del Señor lo que vence todo.
Y de nuevo, es la voz de san Juan Bautista quien nos descubre el factor que hace posible la alegría en la esperanza, en el camino de la conversión, se trata de la Persona del Espíritu Santo, cuya presencia y acción son fundamentales en este “camino de alegre esperanza”.
- El Espíritu Santo es quien “sella” o marca al Mesías, es decir, actúa en Él y en nosotros para que en todo hagamos la voluntad del Padre;
- El Espíritu Santo es quien nos educa en la verdadera alegría de Adviento: “Hay más alegría en dar que en recibir” en una enseñanza del mismo Señor Jesús (Hechos 20,35);
- El Espíritu es quien nos hace vivir el gozo de Adviento en la medida en que mediante la Confesión, la escucha de la Palabra, la vivencia de las Posadas, y la práctica de la caridad para con los más pobres podemos ser en verdad “alegres hijos, mensajeros de la Buena Nueva del Evangelio”.
En medio de una realidad marcada por la pérdida del valor de la vida y por lo tanto de alegría verdadera, pidamos para Escuintla la acción del Espíritu que nos lleve al encuentro con Cristo, mediante las celebraciones llenas de devoción de María a quien llamamos en el Santo Rosario “causa de nuestra alegría”.
AVE MARIA PURISIMA, SIN PECADO CONCEBIDA