Queridos hermanos y hermanas:
“El cristiano es para el mundo, lo que el alma es para el cuerpo” dice un antiguo escrito cristiano de más o menos 20 siglos de antigüedad, llamado “La Enseñanza de los Apóstoles”.
Dicha afirmación es precisamente lo que el Señor indica hoy a su Iglesia: ¡estamos en el mundo sin ser del mundo, pero hemos de colaborar al bien del mundo!.
Especialmente en su relación con la autoridad o en el ejercicio de ella en la sociedad, el cristiano debe tener en cuenta:
- Que el Señor está sobre toda autoridad, sobre toda forma de poder: es el mensaje de la primera lectura, ¡tantas veces lo olvidamos y buscamos el servicio. El profeta Isaías alienta a un pueblo de Israel que ve fallar los diversos reyes de la nación y que debe levantar los ojos al cielo para advertir que “hay uno que supera todos” en el ejercicio de un gobierno de misericordia y bondad;
- Por su parte el Salmo 95 cuando invita a “proclamar la grandeza del Señor” invita también a una reflexión profunda: cuántas veces el corazón y mente humanos de quien gobierna lo olvida y se “vuelve ciego de su propia grandeza” después de todo pasajera;
- Cuando San Pablo “da gracias a Dios por los cristianos de Tesalónica es porque ellos estando en medio de las estructuras del mundo, en la sociedad, en la comunidad, etc. saben llevar algo diferente, como lo es el mensaje de la vida, de la paz, de la justicia que son el centro del Evangelio cristiano;
- Pero es sobre todo la escena el Evangelio según San Mateo donde Jesús, interrogado para “ponerle una trampa” claramente enseña:
- Que la autoridad del mundo es parte de la convivencia cristiana de cada día: ¡el Señor ha pedido al Padre no que no saque del mundo, sino que nos libre del mal! (cf. Jn 17, 2ss);
- Que ningún poder social, económico, político, etc. puede ocupar el lugar de Dios: en aquella moneda mostrada a Jesús estaba escrito “Del divino Tiberio al Divino Augusto”; es la tentación del poder social de hacerse absoluto, de dirigir las existencias hasta el punto de disponer de ellas;
- En la famosa frase “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” el Señor marca un límite que es al mismo tiempo un camino de colaboración, de empeño por lo que en el mundo es bueno y deber ser orientado por la autoridad, que al mismo tiempo advierte del peligro del que tenemos tanta experiencia: gobernantes que de su fe tantas veces fundamentalista o radical, llegan a comprometer la seguridad, los derechos humanos o el mismo bien común en base a “su creencia muchas veces ciega al verdadero sentido de la Palabra de Dios”.
En medio de las innegables momentos de conflictividad que vive Guatemala en estos tiempos, donde se debate el apoyo a la lucha contra la corrupción con la “resistencia del mal” a la victoria del bien, pidamos por intercesión de Nuestra Señor del Rosario para que el Espíritu del Señor transforme los corazones, librándonos de la corrupción política “verdadero cáncer de nuestras sociedades” como dice el Papa Francisco y que no haya ciudadanos cristianos que hagan “dioses” de los servidores públicos, sino colaboren con todo lo noble, lo bueno y lo justo (Fil 4, 5ss).