Mensaje Pastoral Diocesano
En ocasión de las celebraciones patrias de Septiembre 2017
Salva, Señor, a tu pueblo,
bendice tu heredad
(Sal 28,9)
A los Sacerdotes y Seminaristas
A las Religiosas
A los Movimientos de Apostolado Seglar
A los Agentes de Pastoral
A los hombres y mujeres de buena voluntad en Escuintla
La celebración de las fiestas patrias en el mes de septiembre, es siempre una ocasión para reflexionar y retomar la vocación humana y cristiana de convivencia en la comunidad nacional dentro de la cual, como lo afirma un antiguo autor “los cristianos son para el mundo lo que el cuerpo es para el alma”.
Es decir, encontrándose en este 2017 en proceso de elaboración del Plan Pastoral para el próximo quinquenio 2018 – 2022, el ambiente de civismo nos impulsa a proponer a todos el inmenso valor del Evangelio cristiano con la certeza de que como lo indica el Salmo 28: “El Señor salvará a su pueblo y bendecirá a su heredad”, ese pueblo y heredad del Señor es la tierra guatemalteca y sus hijos e hijas, deseosos sobre todo en estos tiempos, de que prevalezcan el valor de la vida y dignidad humanos y de que se construya la paz mediante la justicia (Is 32,17).
Les invito pues a reflexionar y renovar el compromiso cristiano católico y ciudadano:
- En la renovación profunda de la convivencia social en Escuintla, uno de los departamentos más violentos de Guatemala, con altísimos índices de muertes cotidianas y con la penosa implicación de muchos en el crimen organizado, en el narcotráfico, en el irrespeto a la vida en sus expresiones fundamentales: la persona humana, la vida familiar, los derechos de quien no ha nacido aún pero es toda una persona imagen de Dios en el vientre materno. No es posible eludir la preocupación responsable y propositiva de todos sobre esta penosa característica departamental si bien con raíces y poderes criminales a nivel nacional e internacional en Centroamérica. Que autoridades, fuerzas de seguridad, ciudadanos y comunidades tomen el compromiso serio de defensa de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural.
- En el cuidado particular de la juventud y la niñez, valor inmenso de la sociedad escuintleca, y penosamente víctima de la violencia, tanto porque muchos jóvenes se asocian al crimen organizado (maras, grupos delictivos, narcotráfico). Es preocupante y doloroso que la falta de oportunidades y la desintegración familiar, así como la influencia de los medios de comunicación más comunes corrompan a la juventud y le asignen un futuro sombrío y de muerte. Familias, educadores, responsables de las comunidades locales, los mismos grupos de pastoral juvenil en lo posible, están llamados a evitar la pérdida de vidas jóvenes y a invertir todo esfuerzo posible en la orientación y rescate de la juventud y niñez escuintlecas.
- En el cuidado también irrenunciable del medio ambiente, dada la responsabilidad de comunidades, empresas, propietarios grandes y pequeños, de todo ciudadano en salvaguardar la “casa común” en un departamento tan productivo. Es un deber moral continuar con la reflexión sobre el tema ecológico a todo nivel: comunidades, escuelas, empresas, agricultores, productores, etc. Que la conciencia de este desafío no quede en la mera mención de los problemas departamentales sino en el compromiso evaluable más allá de ideologías e intereses particulares.
- En la colaboración serena y justa, imparcial y de respuestas concretas para con la actual crisis de gobernabilidad, de falta de diálogo, de resolución urgente de los temas de corrupción a todo nivel mediante los debidos procesos legales en el país. También hasta Escuintla llegan las penosas consecuencias de continua desautorización entre aquellos protagonistas de la lucha contra la corrupción y los amplios niveles de resistencia incluso en ambiente legal de la prevalencia de la transparencia, honradez y justicia. La oración por la acción del Espíritu Santo sobre las conciencias especialmente de los gobernantes, legisladores y actores de la justicia, así como el compromiso moral de participación cívica y social van de la mano y hacen parte de la tarea de la Iglesia en el mundo como “constructores de la paz y la reconciliación” (Papa Francisco en Colombia, Septiembre 2017)
Compartiendo con todos la alegría de la Ordenación Sacerdotal del Diácono Dionel Marroquín, invocamos la protección e intercesión de la Virgen Dolorosa, para que el Espíritu Santo ilumine la conciencias, transforme los corazones y haga posible para todos la convivencia ciudadana fundada en el empeño por el bien común y la prevalencia del respeto a la vida mediante la justicia y victoria sobre toda forma de corrupción y violencia contra la persona humana.