Queridos hermanos y hermanas:
El quinto domingo de Pascua continúa presentándonos el rostro de la Iglesia del Resucitado. Hoy son tres los rasgos de ese rostro:
- Una Iglesia servidora: la elección de los primeros siete diáconos en la Iglesia de Jerusalén subraya una “forma de vida” de la comunidad cristiana; ella “sirve a los más pobres, del mismo modo que lo hizo Jesús el Siervo de Dios”.
Es importante notar que, como dice bien el Papa Francisco “no somos una ONG” dedicada a la atención de necesidades sociales movida por la filantropía o solidaridad: ¡el ejercicio de la caridad es la imitación del Señor misericordioso y es la forma de encontrarlo en los necesitados!.
Así, hoy debe preguntarse toda comunidad parroquial o cristiana en general si existe en ella el “rostro de la Iglesia servidora” más allá de un culto fastuoso e inclusive propio de una “espiritualidad mundana”;
- Una Iglesia que se construye con piedras vivas: la hermosa y conocida imagen de la segunda lectura, hace escuchar al apóstol Pedro que nos indica el deber ser un “edificio espiritual” con Cristo como “piedra angular”; ¡una piedra despreciada, por lo tanto también sus discípulos pueden serlo en el mundo!.
Surge acá también la pegunta de si tenemos o no la conciencia de ser “comunidad” y no de ser “creyentes aislados”. El vínculo que nos une es entonces “una persona viva” no un conjunto de ideas o de hermosos sentimientos que todos compartimos: ¡evitemos el espíritu equivocado de las sectas o de diversos que se sienten “mejores que los demás” y examinemos si lo que en verdad nos une es la caridad en Cristo¡;
- Una Iglesia que sigue a Cristo Camino, Verdad y Vida: la conocida y hermosa definición que Cristo da de sí mismo a Felipe tiene varias implicaciones, ante todo, que Cristo no es “la meta final” sino la vía, el camino hacia el corazón del Padre; ¡evitemos un cristo-centrismo que excluye a la Santísima Trinidad, a los Santos, a los Sacramentos, es decir los “medios” que rechazó el error del Protestantismo hace 500 años, sigamos a Cristo en verdad, imitando su obediencia y amor al Padre y su cercanía y entrega amorosa a sus hermanos!.
Cristo nos dice también que hemos de “seguirlo como la Verdad” en medio de tantos errores sobre el mundo, nosotros mismos, los demás. ¡No es posible pensar como el mundo (la ambición, el egoísmo, el erotismo, la falsa libertad) y decir que somos cristianos un momento a la semana, sin tomar en cuenta al Señor en nuestras decisiones más importantes.
Finalmente, el Señor es la Vida: el cristiano en el mundo se compromete con las causas de la vida, de los derechos humanos pero por su fundamento en la Fe que nos dice que la vida es un don de Dios, y que la vida verdadera, la más digna es la de “hijos de Dios”; ¡tantas veces luchamos por una vida abundante en lo material, en lo económico, olvidando que “no solo de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”!.