Queridos hermanos y hermanas:
Continuando con la narración de la subida de Jesús a Jerusalén para cumplir su misión de misericordia en la cruz, hoy la Página Sagrada presenta una escena central para este Año de la Misericordia, es una de las “obras físicas” a las que estamos invitados: acoger al peregrino, al forastero, al migrante.
En un ambiente y costumbres propios del mundo oriental donde aún es un “deber sagrado” la hospitalidad, el recibir en casa al que está de viaje, dos escenas llenan de luz este domingo:
- Abraham, anfitrión de “tres personajes” que pasan por su humilde vivienda bajo una encina en Mambré. Como buen oriental, pero también como hombre de fe, Abraham acoge y sirve incluso de pie a aquellos caminantes. Los detalles de lavarles los pies, de prepararles comida etc., son descritos como un intenso servicio. El resultado de su bondad es grande, los caminantes le hacen una promesa maravillosa: el nacimiento de un hijo de Sara su esposa estéril; ¡Dios siempre premia la bondad de quien lo acoge en cada peregrino que toca a la puerta!;
- Marta y María, hermanas de Lázaro, también reciben una visita aún más excelente, es Jesús, que como hemos dicho, va a Jerusalén a cumplir la misión de la Misericordia: dar su vida por nosotros. Las actitudes de Marta son como las de Abraham: servicio intenso, mientras que Marta se pone a sus pies a escucharlo. A un punto, ante el reclamo de Marta para que María le ayude, Jesús dice que en realidad María ha escogido “la mejor parte”, lo que a él más le agrada. No se trata de descalificar los “afanes de Marta”, se trata más bien de “atender al Señor en lo primero que él nos pide, la escucha de su Palabra”.
Jesús tiene hambre, sin duda, luego del camino, pero también tiene “hambre o deseo” de dar el mensaje de la salvación. De esta escena, y también de la de Abraham en Mambré, tomamos estas enseñanzas:
- Dios pasa, Cristo pasa, en cada hermano que peregrina: ¡dichosos los que abren su corazón y su casa, como nos pide el Papa Francisco, hacia los migrantes!. Hoy el drama de la migración en Centroamérica y el mundo tocan la vida de cientos de millones de personas que huyen de la guerra, del hambre, de la pobreza. ¡Acojamos en nuestra propia tierra a quienes son víctimas de la injusticia del mundo y de la creciente pobreza y violencia en muchas regiones!;
- Pero ante, no somos una ONG como dice también el Papa Francisco: antepongamos la escucha y la oración, como María, alimentemos nuestra acción humanitaria no solo de sentimientos solidarios, sino verdaderamente misericordiosos. Como bien se dice: “Solo de la contemplación y de la oración pasaremos adecuadamente a la misión”.
Que el Señor peregrino y migrante, derrame su Espíritu de bondad y misericordia para que este ingente drama de migración no nos deje indiferentes. Que seamos como Abraham bendecidos por Aquel que fue peregrino acogido en su tierra y nos juzgará diciendo: “Fui extranjero y me acogiste” (cfr. Mt 25, 4ss).