Queridos Hermanos y Hermanas:
En este domingo la Iglesia eleva una mirada de admiración pero también de gratitud a la Santísima Trinidad, el Dios único y verdadero en tres divinas personas. Dios no es pues, un personaje solitario en el tiempo y espacio, ¡Dios es una Familia, la del Padre que nos ha creado y concedido la vida, el Hijo que nos ha redimido y devuelto la vida perdida por el pecado, el Espíritu Santo que une a ambos en el amor y hace posible para nosotros la vida que viene de Dios. ¡Gloria a ti, Santísima Trinidad!.
Las lecturas pues, nos hablan de la obra creadora del Padre a través del Hijo: en la Lectura de Provervios “esa Sabiduría” por la que Dios crea todo, a la que tiene tan cerca, será revelada nada menos que por la Palabra de Dios, Jesucristo, por la que todo se hizo (Jn 1, 13).
San Pablo en la carta a los Romanos invita a contemplar el plan de Dios Padre, que ha realizado por Cristo y la fuerza del Espíritu Santo que nos fortalece en la debilidad. Jesús mismo, en el Evangelio habla de su unión profunda con el Padre por medio del Espíritu.
Hoy pues, en el Año de la Misericordia se nos invita “no a comprender el misterio de un Dios en tres personas” lo que sería imposible, sino a contemplar y agradecer cómo misericordiosamente fuimos creados, misericordiosamente fuimos redimidos y misericordiosamente tenemos la vida de hijos de Dios por el Espíritu que vive en nosotros. ¡Gloria a ti, Santísima Trinidad!.
Hemos pues de agradecer y cuidar la vida pero también la naturaleza, el mundo creado por Dios para poner en su medio al hombre, que es más que todo lo demás, pues es a imagen y semejanza. Hoy estamos invitados a agradecer que para llegar al Padre, fuente de la vida, hay un Camino, Verdad y Vida que es el mismo Jesús, ¡no creemos solamente en Jesús, lo seguimos, lo imitamos para ser en verdad hijos del Padre!.
Hoy descubrimos, como lo celebraba el Pentecostés hace ocho días, que Dios Trino y Uno vive en nosotros por la acción del Espíritu Santo. Cada mañana entonces, y cada momento del día en que nos “persignamos” (En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo) nos disponemos a que Dios guíe nuestra vida, imitando a Jesús con la Gracia del Espíritu.
Y finalmente, también hoy lamentamos las llamadas “herejías” o errores que ya nos invitaba San Juan Pablo II a superar en Guatemala, hay quienes no ven en la naturaleza la obra de Dios, sino de un “espíritu del cielo o de la tierra”, ¡cómo van a respetar la vida a profundidad si no reconocen al Creador de todo, la persona del Padre!.
Lamentamos también que la influencia del protestantismo habla solo de Jesús el Señor, ignorando al Padre y al Espíritu, y también sentimos dolor cuando el misterio de la Trinidad se ve destruido por predicadores que “dan culto al Espíritu Santo” y lo reducen a una especie de energía, de fuerza, de emoción.
Vivamos nuestro Año de la Misericordia recordando que por esa misma misericordia y amor el Padre envió al Hijo y el Hijo al Espíritu para que recobráramos la vida que por el pecado habíamos perdido.
Vivamos este Año encontrando en cada persona una “imagen de Dios” como decía el Papa Benedicto XVI, «quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos» (Dios es amor 42) pues la gloria de la Santísima Trinidad, la gloria de Dios “es que el hombre viva” (San Ireneo de Lyon), ¡demos gloria a la Santísima Trinidad, Familia misericordiosa, practicando la misericordia hacia nuestros hermanos”.