Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hijos e hijas en el Señor:
En vísperas de la fiesta de la Independencia Patria, providencialmente el Señor nos propone este domingo el nunca fácil tema del perdón, como un paso decisivo a la reconciliación. Nuestra Patria nunca será verdaderamente libre, si no es una sociedad reconciliada.
Perdonar es algo serio, humanamente difícil, si no imposible. No se debe hablar de ellos a la ligera, sin darse cuenta de lo que se pide a la persona ofendida cuando se le dice que perdone. Como perdonar es algo que cuesta, se necesita una buena motivación y es justamente lo que hoy nos quiere decir el Evangelio: ¡porque Dios, antes, nos ha perdonado y nos perdona! Olvida nuestra deuda infinitamente mayor que la que un semejante nuestro puede tener con nosotros.
San Pablo nos dice “Como el Señor les ha perdonado, hagan ustedes así también” (Col 3,13). Está superada la ley del talión: “Ojo por ojo, diente por diente”. El criterio ya no es: “Lo que otro te ha hecho a ti, hazlo a él”; sino: “Lo que Dios te ha hecho a ti, hazlo tú al otro”. Jesús no se ha limitado, a mandarnos perdonar; o ha hecho Él primero. Mientras le clavaban en la cruz rogó diciendo: “Padre, ¡perdónales, porque no saben lo que hacen!”(Lc 23,34). Es lo que distingue la fe cristiana de cualquier otra religión.
Alguien podría decir: ¿perdonar setenta veces siete no representa alentar la injusticia y dar luz verde a la prepotencia? Pues fíjese usted que no; el perdón cristiano no excluye que puedas también, en ciertos casos, denunciar a la persona y llevarla ante la justicia, sobre todo cuando están en juego los intereses y el bien incluso de otras personas. El perdón cristiano no ha impedido, por poner un ejemplo cercano a nosotros, a las viudas y a los huérfanos del conflicto armado interno de nuestro país, buscar con tenacidad la verdad y la justicia en la muerte de sus esposos que le fueron arrebatados violentamente.
Pero no hay sólo grandes perdones; existen también los perdones de cada día: en la vida de pareja, en el trabajo, entre parientes, entre amigos, colegas, conocidos. ¿Que hacer cuando uno descubre que ha sido traicionado por el propio cónyuge? ¿Perdonar o separarse? Es una cuestión demasiado delicada; no se puede imponer ninguna ley desde fuera. La persona debe descubrir en sí misma qué hacer.
Pero puedo decir una cosa. He conocido casos en los que la parte ofendida ha encontrado, en su amor por el otro y en la ayuda que viene de la oración, la fuerza de perdonar al cónyuge que había errado, pero que estaba sinceramente arrepentido. El matrimonio había renacido como de las cenizas; había tenido una especie de nuevo comienzo. Cierto: nadie puede pretender que esto pueda ocurrir, en una pareja setenta veces siete.
Debemos estar atentos para no caer en la trampa. Existe un riesgo también en el perdón. Consiste en formarse la mentalidad de quien cree tener siempre algo que perdonar a los demás. No olvidemos que al decir “¡Te perdono!”, podemos ver a la persona que tenemos enfrente y decirle “¡Perdóname!”. Dándonos cuenta que también nosotros tenemos algo de lo que tenemos que pedir perdón.
¡Feliz domingo a todos y felices fiestas patrias!