Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Termina hoy la hermosa e importantísima enseñanza sobre el “Pan de Vida” que San Juan nos ha presentado en los últimos cinco domingos: hoy, la comunidad que se nutre del doble alimento del banquete dominical de la Santa Misa, es decir, del “Pan de la Palabra” y del “Pan Eucarístico” se ve invitada a reforzar su Fe sobre todo en Cristo, alimento verdadero.
Esa “Fe que es alianza nueva, respuesta de Dios al hombre que le ofrece la vida” y que expresa en dos páginas lamentablemente diferentes en la respuesta que se da al don de Dios:
- La respuesta positiva de Israel en la 1ª. lectura del libro de Josué: “También nosotros serviremos al Señor porque Él es nuestro Dios” es estimulada por el valor de un hombre, Josué mismo, que enciende con sus palabras los corazones indecisos de sus hermanos:
- La respuesta negativa, en la escena del Evangelio: cuando como dice San Juan: “Desde entonces muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él”. Sin embargo acá también hay un dato positivo: la “confesión de Pedro” podríamos decir, en el misterio de la presencia real del Señor en el Pan de Vida. Cuando Pedro dice: “Señor ¿a quién iremos?.
Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos que tú eres el Santo de Dios” se refiere a Cristo alimento como Palabra de Vida y como Pan de Vida: un alimento que Pedro confiesa porque “el Padre a través del Espíritu Santo” le está llevando hacia Cristo.
El mismo Señor lo había dicho: “Nadie puede venir a mí si el Padre no lo atrae”. Creo que la actualización de esta hermosa página sagrada es doble:
- Hay quienes “no creen” en el misterio eucarístico, pues han sido enseñados mal, erróneamente por falsos guías religiosos: ¡cuántos no católicos ignoran y hasta niegan la Eucaristía pues no han leído o han leído mal la Palabra de Dios!;
- Pero también muchos católicos que nos decimos tales: o vivimos muchos años alejados del Señor en la Eucaristía, sin comulgar y sin esforzarnos por poder hacerlo, o lo que es peor, comulgamos sin pensar en las consecuencias de una “vida nueva” que este maravilloso Sacramento nos indica como fruto de la comunión.
Finalmente, tampoco relacionamos algo que es importantísimo conocer como católicos: si el “pan de la Palabra” (la Biblia en palabras comunes) no basta para nutrir nuestro espíritu, hemos de pedir el aumento de las vocaciones al Sacerdocio, pues sin sacerdocio no es posible tener el Pan bajado del cielo.
En medio de un mundo que “sigue a muchos falsos profetas de una felicidad incierta e inauténtica”, en medio de tantos engaños, el espíritu humano quiere “encontrar a quien seguir” para tener vida en abundancia: ¡demos testimonio, como Pedro, movidos por el Espíritu del Señor, que en Cristo está la fuente de la vida verdadera!.
Y que sea “toda la familia” (padres, hijos, hermanos) quienes busquen tener vida en el Señor a través de la comunión, como enseñaba San Ignacio de Antioquía: “Pongan empeño en celebrar todos la Eucaristía, para tener todos el fruto maravilloso de la unidad”.