Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Continuamos este domingo recibiendo la rica enseñanza del Evangelio según San Juan en su capítulo 6: la enseñanza sobre “Cristo, Pan de Vida” y que se refiere a la Palabra viva que es Cristo mismo, y sobre todo a la Eucaristía.
Es lamentable que muchos que se llaman cristianos pero que han dejado la Santísima Eucaristía no lean bien la Biblia, sobre todo este capítulo 6 de San Juan. Los puntos de la enseñanza para nosotros son claros:
- El pan que “Dios da”, como el que recibió Elías en el desierto “es pequeño pero potente”: el profeta que ya tenía pensado morir en aquel lugar sin vida, que ya estaba cansado de un ministerio muy duro –enfrentar a las autoridades corruptas del Reino de Israel que hacían daño al Pueblo de Dios- ese mismo hombre es “fortalecido por un alimento muy sencillo” y logra caminar cuarenta días hasta el monte de Dios el Horeb. Es “un pan pobre pero que enriquece” (Elías vió un pan cocido en brasas, al modo campesino más sencillo): es “gratuito porque Elías no lo pagó” pero que valía más que cualquier alimento;
- Es un Pan que es una Persona: Jesús mismo lo indica descubriendo claramente la identidad del Sacramento Eucarístico: “Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo”. Pero su misma sencillez y humildad, el hecho de ser “de la gente del lugar” es el punto de choque para la Fe de sus paisanos. También esta es una realidad del Misterio de la Encarnación que sigue dándose: aún hoy no gusta la sencillez y humildad, sino se busca lo extraordinario, lo llamativo, lo espectacular: un “dios de portentos y exclusión” como dice el Papa Francisco;
- En el fondo, para creer en la Eucaristía hace falta la acción del Espíritu Santo: Jesús lo comprende cuando dice: “Nadie puede venir a mí si el Padre no lo atrae” y sabemos que sin la acción del Espíritu Santo no existiría la Eucaristía pero tampoco la Fe en ella: ¡pidamos un aumento de fe y de amor a Jesús Sacramentado en tantos y tantas que pasan sin comulgar años, como si no necesitáramos todos del Pan del cielo!:
- Busquemos, recibamos y seamos “misioneros eucarísticos” comenzando por nuestras Familias: en verdad, ningún padre o madre de familia puede estar “como si nada” si falta quien reciba la Santa Comunión en su hogar. En verdad que poco pensamos en el inmenso valor de creer y recibir el “pan del cielo”: no es una idea, un recuerdo, sino Jesús mismo lo dice: “Y el pan que les daré es mi carne”, Cristo concreto, tan concreto que nos remite al hermano, pues cada vez que nos acercamos a la carne y sangre del Señor, hemos de pensar en su presencia en la “carne y sangre” de quien necesita que busquemos, amemos y demos el pan de la caridad.
¡Que este mes de Agosto que inicia oremos por nuestros sacerdotes, maestros del misterio eucarístico y ministros del “pan vivo” sin los cuales no podemos tener el Pan Bajado del cielo.