En la solemnidad de Pentecostés, se recordará el fruto del misterio pascual de Cristo, la persona del Espíritu Santo.
En realidad, el término referido al Espíritu Santo como “Paráclito” en la promesa de Jesús: “Les enviaré otro “consolador/paráclito” (ver Juan 14, 26) no alude a una acción del Espíritu como “consolante” en el sentido usual del término. “Ya nada se puede hacer, que tenga usted cristiana consolación”, según las esquelas de difuntos. Más bien, del griego para-kálo (παράκαλο), se indica una acción fortalecedora, clarificadora, orientadora de la vida cristiana.
En la solemnidad de Pentecostés, cuando a los “50 días de la siembra se recogía la cosecha”, se recordará el fruto del misterio pascual de Cristo, la persona del Espíritu Santo que marca un antes y después en la vida de la Iglesia: de la letra al Espíritu, del temor al coraje, de la duda a la certeza. Así, su acción es una “paráklesis” que lanza a los discípulos a ser apóstoles auténticos del Evangelio, no de los “autonombrados” apóstoles por intereses personales, sino “llevados por el Espíritu” hasta el “martirio” o testimonio supremo como en el caso de San Pablo (ver Hechos 20, 22).
Desde tiempos antiguos, sin embargo, el intento de “manipulación del Espíritu” ha revelado la malicia de predicadores varios:
1) Quienes le ven como “línea directa con Dios” para promocionar sus proyectos fundacionales: “Es que el Espíritu me dijo funda una iglesia”.
2) Quienes lo reducen a un magnetismo fantasmagórico que “el predicador fulano obsequia porque posee el Espíritu” en asambleas rayanas en paroxismos y ataraxias dignas de los templos paganos de los siglos precristianos.
3) Quién hace de Pentecostés un “pentecostalismo”, donde priva la autocracia del fundador, la obediencia temerosa y abusiva de las conciencias de los seguidores, etc.
4) Quien en fin, recurre al Espíritu para “halagar o reducir la doctrina cristiana —especialmente la católica— a lo que ella no es» integralmente. Se habla de “varias” renovaciones carismáticas católicas agregando a tan noble y reconocido grupo a nivel universal por el mismo papa Francisco, un capricho, a una falsificación donde “todos quieren llamarse católicos, hijos de esa madre, pero no de esa maestra” (papa Juan XXIII, Encíclica “Madre y Maestra” 15 de mayo de 1961).
Se pasa de un Cristo sin Iglesia, a un Espíritu sin Cristo, olvidando que él es su fuente de “agua viva” (ver Juan 7, 31 ss), no de agua contaminada con ocurrencias convenientes y peligrosas, del “pentecostalismo” de mala calidad han surgido variedad de “iglesias en cada cuadra” llevadas por vientos económicos y hasta políticos. Papa Francisco indica del Espíritu Santo:
1) Renueva la tierra en el escenario de guerras actuales.
2) Desciende marcando un camino sinodal con riqueza de carismas, pero sin perder de vista el mayor, la caridad (ver 1 Corintios 13, 1 ss).
3) Crea la armonía evitando el juicio egoísta (Papa Francisco, homilía 28 de mayo de 2023).
En una época de falsificaciones que “mediante el argumento de libertad religiosa” manipulan al Paráclito, la “renovación en el Espíritu” necesita el “discernimiento y oración en el Espíritu” pero con la honestidad de no ideologizarlo y dejarse llevar por Él, a la construcción del Reino de Dios, en perdón, de la justicia, de la paz y sobre todo de la Verdad sobre Dios, el hombre, el mundo y la historia.
“Armonía y no división, orden y no egoísmo, paz y no guerra” es decir, la renovación de la tierra que se pide a Dios mediante el don de su Espíritu Santo Paráclito, fortalecedor y clarificador de toda verdad (San Basilio de Capadocia, siglo II d. C.).
Que sea honrado el Espíritu Santo en el Año del Congreso Eucarístico Nacional 2024, “Yo soy el Pan de la Vida”, pues Él hace del pan material, verdadero cuerpo de Cristo Resucitado.