La definición del Adviento hacia Navidad como un “camino espiritual” y no atajo cómodo de consumismo y evasión, está claramente expresada por Papa Francisco: «Para preparar el camino para el Señor que viene, es necesario tener en cuenta las exigencias de conversión a las que invita el Bautista».
¿Cuáles son estas exigencias de conversión? Ante todo, estamos llamados a llenar los vacíos producidos por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos de Jesús, es decir, con esa cordialidad y atención fraterna que se hace cargo de las necesidades del prójimo. Es decir, rellenar los vacíos producidos por la frialdad, no se puede tener una relación de amor, de fraternidad, de caridad con el prójimo si hay agujeros, así como no se puede ir por un camino con muchos agujeros, ¿no?
Y todo esto, hay que hacerlo también con una atención especial por los más necesitados. Luego necesitamos allanar tantas asperezas causadas por el orgullo y la soberbia. Cuánta gente sin darse cuenta tal vez, es soberbia, dura, no tiene una relación de cordialidad. Hay que superar esto cumpliendo gestos concretos de reconciliación con nuestros hermanos, de pedidos de perdón por nuestras culpas. No es fácil reconciliarse, siempre se piensa, ¿quién da el primer paso? Pero el Señor nos ayuda en esto si tenemos buena voluntad. La conversión, de hecho, es completa si lleva a reconocer humildemente nuestros errores, nuestras infidelidades, incumplimientos» (Papa Francisco 13 diciembre 2021).
Queda claro:
1) Que hay voces agradables o no tan agradables, como el Bautista para sus contemporáneos, que llaman a la conciencia cristiana a no caer en el adormecimiento de las “fiestas de fin de año”, la mayoría de las cuales están programadas con ayuda quizá hasta de la Inteligencia Artificial para que se agote el producto y crezca la ganancia, para llenar “vacíos”, de sentido de la vida y apariencias sociales. Sin duda, los muchos migrantes que fueron llamados por el Mensaje de los Obispos de Centroamérica (Sedac) hace pocos días, como “héroes de nuestra economía”, ayudarán con los aproximadamente 20 mil millones de dólares anuales, a que “no falte lo necesario para la celebración festiva” en las familias guatemaltecas. El reto de la Fe, sin embargo, es llenar las relaciones humanas no con cosas, sino con el amor, con el perdón, con la reconciliación y sobre todo con la prevalencia de la justicia ante la grave crisis institucional del país. La voz de Juan Bautista —señalada por el Papa— orienta bien para no caer en la indiferencia ante dicha crisis, pero sobre todo para enfrentarla con la luz de la esperanza y del compromiso cristiano;
2) Las asperezas, las hondonadas, los baches están a nivel nacional, comunitario y familiar: toda una realidad nacional en crisis a cuya superación en el ambiente de cada día invita la figura de la Inmaculada Concepción: no hay atajos de fiesta para Navidad —evasión, consumismo—, sino la llamada a ver en este modelo de la vida cristiana la necesidad de la “purificación” en los viciados ámbitos de la ilegalidad, la ambición, el atentado. El mejor camino es doble: caridad y oración. Ambos pasan por el prójimo.
Que María Inmaculada por Gracia divina, venerada en Guatemala hace 500 años y celebrada el 8 de diciembre con gran fiesta, invite a enfrentar la necesidad de elegir bien “preparando los caminos” y no atajos cómodos mediante decisiones acertadas también en lo social, pues: “Cuesta elegir el bien, custodiar el bien que llevamos dentro. Pensemos en cuántas veces lo hemos malgastado cediendo a la atracción del mal… aplazando la oración y la caridad diciendo “hoy no puedo” a los que nos necesitaban y sin embargo, sí podíamos” (Papa Francisco, Ángelus, 8 diciembre 2022).