Pedro, testigo de la Misericordia

Queridos Hermanos y Hermanas:

El tercer domingo de Pascua en el Año de la Misericordia, continúa celebrando aquellas “apariciones del Señor Resucitado a su Iglesia”.

Cristo, el Buen Pastor que ha dado la vida por sus ovejas y levantado de entre los muertos, se hace presente en sus vidas para iluminarlas con la Buena Noticia de su Resurrección y con su presencia en medio de los suyos, ¡el Señor misericordioso conforta la Fe de sus discípulos y los envía para ser tus testigos en el mundo!.

En este domingo, hay un personaje que vive personalmente su encuentro con el Señor Resucitado y se convierte en testigo suyo: es Pedro, el humilde pescador al que Jesús ha confiado su Iglesia (Mt 16, 16ss) y bien sabemos que hoy Pedro se llama Francisco, el Papa que sirve al Cuerpo de Cristo como vínculo de unidad y de verdad.

Hoy Pedro es testigo de la Misericordia del Señor en dos momentos que leemos inversamente:

  1. Ante todo en la última aparición de Cristo Resucitado junto al lago de Tiberíades. Desconcertado y sobre todo desanimado por la muerte de Cristo, y sin saber del hecho de su resurrección, Pedro “vuelve a pescar en aquel lago donde el Señor lo había llamado” para ser pescador de hombres, y algunos otros en al misma situación de desconcierto y desánimo le acompañan.

    Pero ocurre que el Resucitado sí está con ellos, incluso cuando no lo reconocen, allí, acompañándolos en la “noche del fracaso” (no pescaron nada).El Señor obra luego el milagro de una pesca abundante y ellos le reconocen, lo percibe el discípulo amado, pues el amor tiene una percepción más profunda y ayuda la Fe a sentir la presencia del ser amado. Pedro también lo percibe y se lanza al agua.

    Luego de una comida en la playa (donde se comprueba que Jesús “no es un fantasma” sino que está realmente vivo) Pedro experimenta la Misericordia del Señor, a pesar de haberle negado tres veces, por otras tres veces es “confirmado en su misión de pastorear las ovejas del Señor”, ¡que gran misericordia la de Cristo, que perdona y confía su rebaño a Pedro aún con sus debilidades, pues le ha perdonado y le ama!.Esta experiencia es aquella que faltaba a Pedro en su vida, tenía la experiencia de su debilidad (negó al Señor) pero ahora tiene la del perdón misericordioso y la única condición que el Señor le pide a Pedro es “el amor”.

    “En la tarde de la vida seremos examinados sobre nuestro amor” decía San Juan de la Cruz. Podemos imaginar la inmensa gratitud de Pedro y disposición a seguir a Cristo hasta la muerte, hasta el “martirio” como bien sabemos y dice el Evangelio, el Señor le dice “Sígueme” refiriéndose no solo a un llamado renovado, más allá de sus faltas, sino a compartir con él la cruz.

  2. Es por ello que, por la acción del Espíritu Santo, encontramos a un “Pedro testigo valiente” que anuncia la Resurrección del Señor “a pesar de las prohibiciones del Sanedrín” de todo peligro, es que, como diría San Pablo, “Es el amor de Cristo el que nos empuja” (2Co 5, 2ss).

Seamos también nosotros testigos de la Misericordia, recordando en nuestro corazón todas las veces en que el Señor ha perdonado y confiado la familia, la comunidad, el testimonio de nuestra Fe, especialmente en este tiempo en que sobran predicadores pero faltan testigos personales de la misericordia del Señor que siempre nos da, a pesar de nuestras culpas, una “segunda oportunidad” para que nosotros la demos a nuestros hermanos.

¡Aleluya!.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma