Queridos hermanos y hermanas:
Luego de la hermosa celebración del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor (Corpus Christi) el domingo pasado, hoy la Palabra de Dios nos invita a continuar “testimoniando nuestra Fe” –tal y como hacíamos en la “procesión de Corpus” por las calles de nuestras comunidades, delante de creyentes y no creyentes: ¡el mundo necesita del testimonio de nuestra fe para no alejarse más y más de Dios en medio de la propaganda contraria a la vida!.
Hoy, ese testimonio se nos plantea incluso como una “forma de sufrimiento” ante la incomprensión y ataques del mundo, el profeta Jeremías en la primera lectura nos deja leer los “sentimientos de temor en su corazón ante el rechazo de sus conciudadanos”; a pesar de que él lleva el mensaje de la salvación, aquellos lo critican y terminarán un día por quitarle la vida, ¡hoy también se rechaza a tantos cristianos por su fe –pensemos en los mártires de las Iglesias católica y copta en los países musulmanes-¡.
Jeremías es así, figura de Cristo, que en su momento también será “el hijo rechazado, y llevado a la muerte por los malos viñadores” (Mt 24, 13ss). Por su parte, San Pablo nos habla de aquella “vida nueva” que es un valor y una bendición para el mundo, pero que ese mundo no querrá aceptar: ¡cuántos así llamados “amigos o conocidos nuestros” dejarían de serlo si fuéramos más claros en nuestras opciones de Fe ante la corrupción, la mala vida y los vicios del mundo!.
Pero es Jesús en el Evangelio quien nos da una enseñanza importantísima:
- No teman los que matan el cuerpo: es el testimonio de tantos mártires también en Guatemala –pensemos en el Padre Hermógenes que será recordado a fines de este mes en San José Pinula-, en el llamado “Padre Aplás o Francisco” el sacerdote misionero norteamericano asesinado en Sololá y que será Beato este septiembre “por no abandonar a sus ovejas”.
La enseñanza de la Iglesia nos recuerda que el martirio es la forma más intensa de manifestare nuestra Fe, cuando recordamos las palabras del Señor: “Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien la pierda por mí y por el Evangelio la salvará” (Mc 8, 35);
- Jesús dice también: “teman a quien puede echar su vida al fuego eterno” y la referencia es no a un “miedo” sino al amor y respeto profundo a Dios mismo;
- Finalmente se nos invita a la “confianza”. El Señor no alejará de su mano a quienes protege si lo invocan con Fe, una enseñanza muy valiosa para tiempos de inseguridad, de temor por la violencia delincuencial: ¡pidamos al Señor que nos acompañe siempre, invoquemos del Sagrado Corazón su compañía y protección ante el mal!
Y sigamos pidiendo por nuestros Sacerdotes: que ellos sean testigos de su fe siempre, y signos claros del amor de Dios en el trato para con sus comunidades, para con todos los hombres y mujeres, jóvenes y niños.
Que los Padres de Familia, finalmente, testimonien que “Dios ante todo y siempre Dios” es el valor más grande en la vida humana y familiar.