Mensaje Pastoral a la Diócesis de Escuintla – Cuaresma 2015 (I)

Mensaje Pastoral a la Diócesis de Escuintla. Con motivo de la Cuaresma del Año 2015.

A los Sacerdotes del Presbiterio de Escuintla
A los Seminaristas Mayores y Menores
A las Congregaciones y Asociaciones de Fieles en Escuintla
A las Hermandades y Asociaciones Agentes de pastoral de la Piedad Popular
A los Agentes de Pastoral, Misioneros y Misioneras
A los hombres y mujeres de buena voluntad de la Sociedad Escuintleca

Hermanos y hermanas, hijos e hijas en el Señor:

Al inicio de la Cuaresma del Año 2015, me permito dirigirme a todos Ustedes haciendo eco del llamamiento a la “conversión del corazón” en este “tiempo de gracia” (2Co 6, 2), que Dios Padre en su infinito amor derramado por Cristo en la Cruz. El Santo Padre nos invita a que la conversión en este tiempo sea un “volvernos a nos demás” dejando nuestro egoísmo, a vivir a fondo nuestra fe “movida por la caridad” (Ga 5,6) y a seguir en esto días de penitencia un camino de transformación interior que se haga concreta en la creación de relaciones nuevas, fundadas en la justicia, la solidaridad y el perdón. ¡Fortalezcamos nuestros corazones en el tiempo de gracia de esta Cuaresma, para poder vivir la luz de la Pascua a la caminamos como familia, como parroquia, como comunidad diocesana!

(1) “Tú conoces, Señor, nuestros corazones”
El Misterio del corazón en el lenguaje de la Palabra de Dios

Todos sabemos que el hermoso símbolo del “corazón” en la Sagrada Escritura, encierra un misterio: es decir, se lo considera el centro de la comprensión de la Ley Divina, pero también de la decisión de vivirla, de hacerla concreta en las relaciones para con Dios, para con los demás, para con nosotros mismos. Es el Señor quien conoce “el corazón de cada hombre” (cfr. Jn 2, 13ss), es Él quien ha formado dicho corazón (cfr. Jr 2, 13ss) y por tanto, Él puede derramar su gracia para que tanto la comprensión de sus caminos como la aceptación de los mismos sean de acuerdo a su voluntad. Con tanta razón se dice el autor sagrado del salmo: “Tu ley, Señor, está en lo profundo de mi corazón” (Sal 40,9). Cuaresma es pues un tiempo de reflexión “sobre nuestro corazón”, sobre cómo vemos nuestra propia vida, qué lugar ocupa Dios en nuestras decisiones, cómo tratamos a nuestros hermanos y la creación que Dios a puesto a nuestro cuidado para vivir como hijos suyos. Para este tiempo la Iglesia nuestra madre y maestra nos propone:

  • Escucha atenta de la Palabra: a partir de los textos de la Sagrada Liturgia, explicados con la autoridad del magisterio y con el ejemplo de vida de nuestros sacerdotes, tendremos señalado el camino hacia la vida. Cuaresma es un tiempo para “privilegiar la escucha de la Palabra de Dios” dejando tantas comunicaciones, distracciones, voces del mundo que lamentablemente hacen de este tiempo, especialmente en la Costa un tiempo de “verano, de vacaciones” ¡Pongamos oído atento a Dios Padre amoroso que nos llama a volver a su casa” (cfr. Lc 15, 13-15)
  • Aprovechar los medios espirituales: la limosna (no de lo que sobra, sino aún de lo necesario), la abstinencia (de todo aquello de derrochamos y malgastamos), la oración (en actitud de súplica para “cambiar el corazón endurecido” hacia el hermano.
  • Actos de piedad popular en Cuaresma: que son abundantes, desde el rezo del Santo Viacrucis, hasta las notables procesiones y velaciones en este tiempo: ¡que no sean actos externos, y menos estímulos emotivos sin compromiso!. Ruego a las diversas Hermandades y Asociaciones recordar su “misión evangelizadora” y preparar lo propio con la conciencia de su importante papel en “llegar al corazón” de los Fieles con catequesis, y celebraciones que ayuden a la reflexión profunda de cómo tratamos al hermano, especialmente a los más pobres.
  • Retiros cuaresmales: aún en medio del trabajo cotidiano de las comunidades, recomiendo a los Párrocos ofrecer el medio espiritual de “retiros” que logren instruir y aprovechar mejor este tiempo.

(2) “No endurezcan el corazón”
La docilidad a la Palabra de Dios que nos llama a conversión

Siempre con la riqueza del símbolo del corazón, la historia del Pueblo de Dios es tristemente aquella de “endurecer el corazón”, es decir, de ignorar e incluso de rechazar a Dios, rechazando sus caminos: “No endurezcan el corazón, como el día de la prueba en el desierto” (Sal 95,8). La Cuaresma es una ocasión de “revisión profunda” de hasta dónde podemos decirnos “cristianos e hijos de Dios”, nosotros que en tantas ocasiones tenemos el corazón lleno de afectos desordenados, de materialismo, de sospecha y de tensiones violentas hacia el prójimo: el Papa Francisco nos invita en primer lugar a admirar el amor que nace del corazón de Hijo Siervo que en la escena del lavatorio de los pies en la Última Cena “de anonadó y se hizo como un esclavo” (cfr. Jn 13, 1ss; cfr. Fil 2, 3ss). Para imitar el amor del corazón de Cristo se nos pide:

  • Conciencia y sensibilidad del sufrimiento del otro: innegable por el flagelo de la violencia delincuencial, de la violencia intrafamiliar, de las condiciones de vida de miles de escuintlecos en el campo, en las ciudades. De modo especial, “considerar al hermano como parte de nosotros mismos”, pues si un miembro sufre, todos sufrimos con él (cfr. 1Co 12,26).
  • Ejercicio del perdón para la reconciliación familiar: donde las relaciones están tantas veces desgastadas por la ausencia de los padres, por la infidelidad, por la frecuencia del vicio tan común en nuestras comunidades, con la penosa ausencia de acción por parte de las autoridades civiles.
  • Reconocimiento de Cristo en los hermanos más pobres: a pesar de la enorme actividad económica del departamento de Escuintla, y aún a pesar de encontrarnos en época de fuerte actividad agrícola, no faltan tantos jóvenes desempleados y carentes de estudio: todos ellos posibles víctimas del enrolamiento en el crimen organizado que parece sobrepasar las fuerzas del orden y la seguridad pública por todas partes.

Cito la expresión del Papa Francisco: “!Que nuestras parroquias estén preparadas en esta Cuaresma a ser islas de misericordia en un mar de indiferencia. Quien quiera ser misericordioso, necesita de un fuerte, sólido, cerrado al tentador, pero abierto a Dios!”.

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Continúa leyendo la segunda parte del Mensaje Pastoral a la Diócesis de Escuintla, con motivo de la Cuaresma del Año 2015.

Monseñor Víctor Hugo Palma