¡Invitemos al Señor a nuestra casa para tener vida!

Queridos Hermanos:

Después de varios domingos de inicio de año donde se nos invitaba a “seguir la llamada del Señor”, ahora en la Palabra de Dios de este quinto domingo del tiempo ordinario, podemos “contemplar su acción de rescate, de liberación, de promoción de la vida humana”.

Una vida que, como bien lo dice Job en su libro en la primera lectura “es ardua y difícil comparable a la dureza de vida de un soldado, de un jornalero y de un esclavo: ¡reflexionemos nosotros también sobre la vida, hermosa por se don de Dios pero nunca un lugar o momento de felicidad perfecta!.

Es una expresión sincera, que ansía del Señor una respuesta, precisamente la que viene dada por el salmo responsorial, a la brevedad y dureza de la existencia responde el auxilio del Señor, siempre dispuesto a “reconstruir a Jerusalén, a levantar los corazones abatidos».

La grandeza de un Dios que “puede contar las estrellas y llamar a cada una por su nombre” se abaja ante la pequeñez y sufrimiento humanos.

Es por ello que la escena maravillosa de la curación de la suegra de Pedro es punto de contemplación de hoy:

  1. Pedro ha sido llamado el domingo pasado por el Señor, ha dejado todo y lo ha seguido, pero el Señor va más allá, entra en su casa y cura a la mujer enferma “tomándola de la mano y levantándola” como si presagiara ya la resurrección de los muertos; ¡es el Señor que actúa por misericordia y no para demostrar su poder como tantos falsos obradores de milagros de las sectas hoy día!;
  2. Aquella mujer fue curada porque Cristo vino a su casa e inmediatamente ella se pone a servirles; sabemos que es una imagen de la Iglesia servidora de todos los tiempos, servimos al Señor porque él ha venido a nuestra debilidad, porque se ha abajado a nuestras enfermedades y nos ha dado y nos sigue dando el toque de la vida: ¡visitemos también nosotros a los enfermos y llevemos la Gracia salvadora de Cristo mediante la Palabra y la Santa Eucaristía!;
  3. El Señor es de pronto “buscado por todos”, pero él rechaza la fama de un obrador de milagros, de un curandero prodigioso, su interés es que escuchando la Palabra se cure el corazón, se libere lo humano de toda enfermedad, esclavitud y dolencia provocados por el pecado.

Sigamos también nosotros a Cristo Médico, preparemos desde ahora la Jornada de Oración por los Enfermos del 11 de Febrero, pero ante todo “dejemos que Él entre en nuestro mundo, donde además de males físicos, las consecuencias de nuestras acciones equivocadas, de nuestros pecados, nos tiene postrados”, imitando el ardor de Pablo que dice en la segunda lectura: ¡”Ay de mí si no evangelizara!” si  no diera el testimonio de su paso por mi propia vida.

No pases, Señor, sin detenerte y visitarnos, sin tomarnos de la mano y levantarnos, para que como aquella mujer te sirvamos con gratitud en los más pobres, en los enfermos, en todo aquel que necesita la misión de la vida por el servicio de tu Iglesia. Amén.