Effetá: escuchar con el corazón

Monseñor Palma - Mensaje Pastoral

Siendo septiembre el mes de la Biblia, a la par que el “tiempo de las fiestas patrias”, conviene reflexionar la Buena Nueva del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario: la curación del sordomudo en tierras paganas, de la cual afirma el papa Francisco (13 diciembre 2013): “En la Biblia, el mutismo y la sordera indican cerrazón a las llamadas de Dios… Hay una sordera física, pero que en la Biblia quien es sordo a la Palabra de Dios es mudo, porque no habla la Palabra de Dios”. Esto remite al rito del bautismo católico del “effetá” (= ábrete) del infante para capacitarlo a la escucha espiritual. Aún hoy existe cerca de Nazareth el Hospital “Effetá”, fundado por San Pablo VI en 1963, destinado a los casos de esa limitación, en recuerdo del milagro.

El sentido del Effetá a través de los siglos es abundante:

1) Como símbolo de la “capacidad para la escucha de la Palabra divina tan fácil de confundir con palabras simplemente humanas: el bautizado, a quien se bendice también la boca, está en capacidad de “distinguir, escuchar, vivir y proclamar la Palabra divina”.

2) Es una capacitación para la apertura a los demás: “Aquel sordomudo, gracias a la intervención de Jesús, ‘se abrió’; antes estaba cerrado, aislado; para él era muy difícil comunicar; la curación fue para él una ‘apertura’ a los demás y al mundo, una apertura que, partiendo de los órganos del oído y de la palabra, involucraba toda su persona y su vida: por fin podía comunicar y por tanto, relacionarse de modo nuevo. Pero todos sabemos que la cerrazón del hombre, su aislamiento, no depende solo de sus órganos sensoriales. Existe una cerrazón interior, que concierne al núcleo profundo de la persona, al que la Biblia llama el ‘corazón’. Esto es lo que Jesús vino a ‘abrir’, a liberar, para hacernos capaces de vivir en plenitud la relación con Dios y con los demás. Por eso decía que esta pequeña palabra, “effetá” resume en sí toda la misión de Cristo. Él se hizo hombre para que el hombre, que por el pecado se volvió interiormente sordo y mudo, sea capaz de escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón y de esta manera aprenda a su vez a hablar el lenguaje del amor, a comunicar con Dios y con los demás» (papa Benedicto XVI 09 septiembre 2012).

3) En un sentido más actual, se trata de privilegiar entre tantos ruidos informáticos esa Palabra, que al final, no es un mensaje sino la persona misma de Jesús: por lo que Palabra y Eucaristía ―su presencia sacramental― no pueden desligarse. En el caso de los jóvenes que se consideran creyentes, es imprescindible que esa escucha no sea solo escucha por el oído “sino con el corazón abierto” para tomar decisiones de vida según Dios (papa Francisco Carta Cristo Vive 2029).

4) Y sin embargo, hay ―como en la parábola del sembrador (Mateo 13, 1-9)― diversas actitudes en el hoy por hoy, donde no falta emisoras, medios electrónicos, conciertos religiosos, junto a perversiones que desvían el impacto de la Palabra en la vida, juntar Palabra y dinero, hacer un solo paquete de Palabra y corrupción en el manejo de la cosa pública, mezclar Palabra y “selección” de textos bíblicos que respalden la venganza, la realización de “guerras justas” y hasta la dictadura de género que hoy se impone mundialmente. No escuchar el lamento humano de las víctimas de las guerras, de la delincuencia, de las carencias del pan cotidiano.

Que María Santísima, mujer “de los oídos hermosos” y del corazón abierto, cuyo nacimiento se celebra el 8 de septiembre, interceda para que en un país de tanta “Palabra de Dios” mezclada con todo tipo de intereses humanos y conciencias adormecidas por versículos bíblicos, esa Palabra penetre y purifique, eleve y de esperanza para que “corazones” más que oídos, la reciban y ella habite en cada familia y persona con toda su riqueza (cf. Colosenses 3, 16-25).