Discípulos que viven la confianza

Queridos hermanos y hermanas:

La Palabra de Dios este domingo continúa presentándonos la enseñanza del Señor Jesús: Él vive en medio de nosotros, es el “Dios con nosotros” pero ser en verdad sus discípulos y testigos implica abrir no solo la mente sino también el corazón en algo que nos parece sencillo pero que es más difícil de lo que parece: confiar profundamente en el Señor, el Padre Misericordioso, el Dios siempre bueno.

La razón está, especialmente en nuestro tiempo, en el poder del materialismo, del ateísmo, de la extrema confianza en el poder en el tener, en el placer. Pero ya la primera lectura del profeta Isaías insiste en que “aunque hubiera una madre que olvidara su hijo, el Señor nunca nos olvida”: ¡cuánto nos falta vivir y testimoniar la confianza en Dios en un mundo violento como lo es la tierra escuintleca, donde la falta de efectividad de la seguridad ciudadana y de la justicia, hacen a muchos vivir en el temor y la seguridad de las armas!.

Un discípulo del Señor ciertamente ha de ser “manso como una paloma y astuto como una serpiente” (Mt 10,16), pero cuando la falta de oración, de escucha de la Palabra y de ejercicio de la caridad nos invaden, entonces “caemos como muchos en “una seguridad religiosa fatal”, ni trabajamos por la justicia ni por la paz”, ¡cuanto menos confiemos en el Señor, más caeremos en el engaño de tantas sectas!.

Por ello Jesús nos invita:

  1. A no confiar en el dinero: tal y como proponen las falsas iglesias de la “prosperidad” aprovechando la pobreza e incertidumbre de tantos. Recordemos que su forma de actuar es en fondo muy sencilla: juntan lo que el Señor siempre quiso separar, a Dios  y el dinero;
  2. A vivir los sentimientos del mismo Cristo “confiado siempre en el Padre”: en la cruz dice “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. El es quien nos invita a imitar a los Santos –pensemos en San Francisco de Asís- que con sencillez se da cuenta del cuidado hermoso del Señor por la creación y de que poner diariamente la vida en sus manos es el sentimiento natural de quienes en verdad se sienten “hijos del Padre de Misericordia”.

Seamos pues “discípulos confiados en el Señor y  testigos de la alegría del Evangelio: en verdad, el Señor está con nosotros más allá de las dificultades y venciendo la mentalidad de un mundo que “confía solo en sí mismo y por ello recae tanto en temor y desilusión”.

Que María Auxilio de los Cristianos, la Virgen de la Confianza interceda por nosotros.