Caminemos con esperanza hacia un futuro mejor

Queridos Hermanos:

El segundo domingo del “camino cuaresmal” que como bien sabemos es también una “lucha espiritual”, la Palabra de Dios nos llena de esperanza. Y es que en ocasiones solo vemos de nosotros mismos o del mundo o de nuestra familia “un muro invencible”, ¡no perdamos la esperanza de una transformación, de una mejoría, de una sanación profunda de nuestra vida!.

Esa esperanza ya está dibujada en la terrible prueba que debe vivir Abraham el caminante en la Fe: Dios le pide que sacrifique a Isaac, el hijo amado, el único hijo y en cierta forma, que sacrifique su futuro; ¡en ocasiones el Señor nos invita a una lucha muy fuerte  pero necesaria para nuestro crecimiento espiritual!.

Y Abraham, el modelo de la Fe que comenzó a caminar fiado en la Palabra de Dios, vuelve a ser modelo para todos: está dispuesto a ese sacrificio.

Pero de pronto todo cambia: el Señor detiene su mano en el momento del sacrificio y “provee un cordero colgado por los cuernos, en un arbusto, que será la víctima en lugar de su amado hijo; ¡es el cordero que quitará nuestra sentencia de muerte, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, Cristo víctima por nuestros pecados!.

Abraham baja del monte renovado en su esperanza: el Dios que lo llamó es capaz de “cambiar el destino de muerte en vida abundante!.

Por ello con el salmo responsorial podemos decir: “Siempre confiaré en el Señor”. Ya San Pablo anima nuestro camino de esperanza en el tiempo de conversión recordándonos que “Si Dios está con nosotros, quién podrá contra nosotros!.

En efecto, esta convicción es importante en Cuaresma; ¡contemplemos al Señor que nos llama la conversión y al mismo tiempo nos quiere ayudar con su Gracia!.

Pero es sobre todo el Evangelio de la Transfiguración de Cristo en el monte la que nos llena de esperanza, el Señor, antes de iniciar su camino a Jerusalén, donde será destruido humanamente median la violencia de su Pasión y muerte. Por ello “anima el camino de seguimiento de su discípulos” mostrando en el monte su gloria.

Ellos no deberán quedarse en ese lugar, como quería Pedro, sino que animados bajaran para seguirle mejor si bien Él mismo les pide “no contar nada hasta que hubiera resucitado”.

Y así, como Abraham bajó del monte Moriah, con una esperanza clara en un futuro de vida y no de muerte, ahora los seguidores del Señor descienden del Tabor sabiendo que los terribles sucesos de Jerusalén, aquel ocultamiento terrible del Hijo de Dios en la cruz, no son el final del camino; ¡el color blanco del vestido de Cristo tan reluciente, anuncia ya la gloria de su resurrección!.

Animémonos también nosotros y animemos a nuestros hermanos para que la lucha espiritual de la Cuaresma no deje de estar animada por la esperanza, el Señor está con nosotros si bien nos deja la parte del esfuerzo, de la respuesta que nos toca como nos recuerda San Agustín: “Dios que te creó sin tu ayuda, no te salvará sin tu ayuda”.