Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
También hoy el Señor, Maestro de su Iglesia, continúa mostrándonos el camino verdadero de su seguimiento. Hoy lo hace en un tema muy actual: el matrimonio y la posibilidad del divorcio.
Ante todo hay que recordar que el divorcio es un invento, tanto del mundo pagano como de los hombres del Antiguo Testamento: poco a poco en las legislaciones se ha ido filtrando el divorcio como un derecho, como un recurso para salvar a la persona, incluso como un “bien” en los casos de violencia en familia. Etc.
Jesús niega claramente la posibilidad de “divorciarse” en la vida cristiana, por una sencilla razón: para seguirlo “radicalmente”, a fondo, también en la vida matrimonial y familiar no se pueden copiar los esquemas, los modos de pensar del mundo.
Por eso hoy el Señor enseña claramente:
- Para vivir el amor hay que ver hacia el principio (“a la raíz”) de la salvación, cuando Dios creó al hombre y a la mujer para que fueran una sola cosa: para que renunciando a su propia familia original (“dejar padre y madre”) funden una familia nueva, estable, que sea signo del amor verdadero que el mundo no entiende.Hacerse “una sola cosa” se refiere a los hijos: un hijo o hija tiene las “características imborrables de los padres” unidos fundidos en su persona: ¡qué pena y qué vergüenza que esos padres, muchas veces piensen en sí mismos y opten fácilmente por el divorcio sin pensar en el perjuicio que cae sobre sus hijos donde ellos están “como una sola cosa indivisible”!.En este tema bien vale recordar lo que dice San Pablo: “Ustedes no se amolden a la mentalidad del mundo que no conoce a Dios” (Romanos 12,2). Los malos ejemplos de la televisión, del mundo mal llamado artístico donde hay uniones y desuniones fácilmente son “esa mentalidad del mundo que no conoce a Dios” de la cual un discípulo del Señor debe apartarse;
- Jesús advierte del peligro de poner al cónyugue del que divorcia “en camino de adulterio”: el adulterio es una “falsificación del amor”: alguien que realmente ha amado a fondo no puede “dejar de hacerlo sin más” un día. Quizás ese amor hacia el otro no era profundo y en el fondo había más “egoísmo” (amor a sí mismo);
- Finalmente Jesús remite a los niños: quiere tenerlos cerca porque son el ejemplo de la confianza en Dios Padre, de la apertura al otro sin sospechas ni resentimientos ¡tal y como debería ser la vida en un matrimonio!.
El Papa Francisco en su reciente viaje al Encuentro Mundial de las Familias ha declarado que “la familia debe ser una fábrica de esperanza”: si hay indifelidad y separación, si no se protege el amor incluso con sacrificio ¡qué poca esperanza habrá para los hijos sin padre y sin madre, cuánto aprenderán no la fortaleza sino la debilidad ante las dificultades!.
Pidamos en este Mes del Santo Rosario para que haya fortaleza, generosidad, paciencia, espíritu cristiano y no mundano, en todos los matrimonios y que muchos que en nuestra Costa Sur no han recibido el Sacramento del Matrimonio, lo hagan llevados en su corazón por el amor a Dios y a su pareja, y cuanto más, a sus hijos e hijas, como fue “en la raíz de todo, al principio en la primera pareja”.